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Sueño y razón de América Latina

Cuando Bárbara Manrique de Lara, responsable de Taurus, me invitó a participar en la presentación de Sueño y razón de América Latina[1], el último libro de Víctor Pérez-Díaz, y me informó de qué otras personas intervendrían en el acto comprendí cuál era mi papel: yo soy el que no sabe de América Latina. Está claro que los dos Carlos que me sucederán en el uso de la palabra: Carlos Malamud y Carlos Rodríguez Braun, además de haber nacido en Argentina, son profesionales que han dedicado años de su vida a tratar de entender y explicar la compleja realidad de aquellos países. No es mi caso.

Estudié en la Facultad algún curso sobre la Historia de América Latina, y desde entonces he leído libros y artículos sobre el tema, pero ni remotamente soy un especialista en la materia. Este hecho me sitúa en una posición privilegiada. Soy en esta mesa el representante de todos aquellos potenciales lectores que, como yo, tienen una información limitada, muchas dudas, muchas preguntas y muchas ganas de que alguien nos explique con buen sentido qué ha pasado en América Latina, cómo y por qué ha llegado a la situación actual, cuáles son los retos a los que tiene que enfrentarse y cuáles las amenazas que pueden abortar, una vez más, el proceso de modernización regional.

En más de una ocasión me he encontrado en la situación de presionar a un miembro de la Administración norteamericana o de alguno de los grandes think tanks washingtonianos por no prestar suficiente atención a lo que, desde mi punto de vista, era un grave problema que, de no atajarse, podría generar graves consecuencias en la región. Siempre me encontré la misma respuesta: “Bueno, ya sabes, América Latina no es un área central, como el Mundo Árabe o el Pacífico; sus habitantes están locos, confunden la realidad con sus sueños; muchas de nuestras empresas decidieron retirarse de la región después de perder mucho dinero ante la arbitrariedad de los gobiernos nacionales; si tratamos de intervenir se dispara el sentimiento nacionalista en beneficio del presidente de turno y generamos el efecto contrario al deseado...”

Esta imagen de tierra de locos, de “realismo mágico”, está fuertemente arraigada en muchas partes del planeta. Desde luego, no sólo en Estados Unidos. Y es que leer o escuchar a muchos de sus dirigentes no hace sino confirmar que el racionalismo no acaba de arraigar en aquellas tierras.

Para un lector como yo es fundamental disponer de síntesis que me expliquen los grandes trazos del proceso histórico de América Latina, no de una forma positivista sino analítica, para poder entender cómo se ha llegado a esta realidad de ensueño, a este ejercicio de negar lo obvio, a este derecho adquirido de inventarse la realidad, de conformar los acontecimientos como mejor interesa.

El libro de Víctor Pérez Díaz que hoy presentamos responde a esta necesidad y, en gran medida, la satisface. Como en otras ocasiones, me dejé guiar por el buen sentido de Carlos Malamud, compañero y amigo, quien me aconsejó su lectura. Una vez más, reconozco mi deuda con él y mi agradecimiento.

Víctor Pérez Díaz nos presenta un ensayo interpretativo a partir de una aproximación multidisciplinar. Ya sabemos que es un buen sociólogo, pero éste no es un libro de sociología, o no es sólo un estudio sociológico. Hay historia, ideas políticas, economía... y, sobre todo, el resultado de muchas lecturas en profundidad y de años de reflexión sosegada. Estamos ante un análisis maduro e inteligente. Sus conclusiones serán más acertadas o menos, eso el tiempo nos lo aclarará, pero ya tenemos que reconocerle el mérito de aportar una visión personal de un problema en extremo complejo.

El primer obstáculo que tanto el autor como el lector se encuentra es el del objeto de estudio. Tratar de extraer conclusiones válidas para sociedades tan distintas como la ecuatoriana y la argentina, la boliviana y la chilena es complicado. Sin embargo, es verdad que parten de circunstancias comunes y que, a pesar de sus evidentes diferencias, hay un fondo en el que las coincidencias también son claras.

Cada lector es distinto, porque nuestras mentes han recibido una educación diferente y nuestros intereses intelectuales son variopintos. A mí, personalmente, lo que más me ha atraído ha sido la transposición a América Latina de un viejo debate académico europeo, el relativo a la modernización. Los historiadores, politólogos y sociólogos del Viejo Continente hemos tratado de averiguar por qué en unos países las instituciones parlamentarias arraigaban mejor que en otras, qué papel jugaba la economía o la religión, por qué el comunismo tenía más apoyos en Francia que en Gran Bretaña, cómo se conformaban las culturas políticas, los marcos en que se establecen los valores que caracterizan el comportamiento de un pueblo. Todo aquello que nos permite entender por qué un mismo problema, por ejemplo el embargo de armas a China, se trata de una forma en Bruselas y de otra en Washington.

Es evidente que el proceso revolucionario que llevó a la independencia de las repúblicas latinoamericanas se realizó desde la recepción en aquellas tierras del ideario liberal; tan cierto como que encontrar restos de este ideario en aquellas tierras resulta extremadamente difícil, si salimos de pequeñas elites educadas en Inglaterra o Estados Unidos. Como señala el autor, bajo una forma constitucional democrática se han desarrollado durante años regímenes con “un curioso parecido con la estructura monárquica, autoritaria y corporativa de la época colonial” (página 94). Aquel liberalismo “hizo del estado el protagonista histórico por excelencia en la tarea de crear un orden social y económico y de crear una nación como una comunidad política”(pág. 99). Pero el Estado no siempre ha resultado ser un instrumento eficaz. Sin una conciencia cívica suficiente, ha devenido en “autarquía y ensimismamiento” (página 100).

Para mí ha resultado provechoso seguir el discurso de Víctor Pérez Díaz desde la situación colonial a la postcolonial, con la emergencia de una determinada forma de propiedad, la gestión del problema indio allí donde se daba, del fenómeno del caudillismo y, muy especialmente, del nacionalismo. Circunstancias que van a condicionar las políticas nacionales desde su fundación.

Pero, sobre todo, lo que más he apreciado ha sido su análisis de la formación de las culturas políticas. Es evidente que no es lo mismo Chile que Argentina, ni Venezuela que Colombia, pero en todas partes encontramos la presencia del derecho a la ensoñación, al abandono de la razón, aunque los márgenes de irracionalidad son muy distintos. Yo no creo que el diálogo sólo es importante para la vida en democracia. Desde una posición mucho más egoísta, sé que hablar con una persona inteligente que tiene una visión distinta de un determinado tema es de las experiencias más provechosas y placenteras. He aprendido tanto o más hablando que leyendo, y lo he hecho con personalidades de renombre y con ciudadanos de a pie.

Sin embargo, tengo que reconocer que en este tiempo he desarrollado una prevención a hablar de política con latinoamericanos, que se convierte en rechazo si son argentinos. Confío en que ambos Carlos disculpen y comprendan mis palabras. Tengo la sensación de que los desechos ideológicos de Europa han quedado arrumbados en aquellas tierras, donde gente educada y con un lenguaje tan rico como grato dice unas insensateces monumentales. También es verdad que el coste del derecho a la ensoñación latinoamericana ha sido mucho menor que el producido por la soberbia totalitaria europea a lo largo del siglo XX. Los historiadores sabemos que un comportamiento social irracional puede ser explicado racionalmente. Que el nacer en Quito o en Berlín no es determinante, pero que sí lo es crecer en Quito o en Berlín.

Víctor Pérez Díaz me ha ayudado a entender cómo se ha llegado a esta situación, de qué forma se ha ido evolucionando desde la sociedad colonial a la situación actual, cómo y por qué unas sociedades lo han hecho en un sentido y otras en otro. Seguro que al tratar de sintetizar ha incurrido en errores y que hay que matizar ésta o aquélla afirmación... Pero ese es el precio que hay que pagar por tratar de resumir y explicar grandes procesos.

Víctor Pérez-Díaz, Sueño y razón de América Latina, Taurus, Madrid, 2005, 278 páginas.



[1]  Lo que sigue es el texto que leyó Florentino Portero en la presentación de la obra, que tuvo lugar el 19 de abril en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

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