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Gustave de Molinari (1819-1912)

Mencionar a Gustave de Molinari y visualizar a un ardiente e inconfundible amante de la libertad individual debería ser una reacción natural y casi automática en cada persona culta de hoy en día. No en vano ha sido uno de los individuos que con mayor esfuerzo intelectual, constancia y fidelidad han difundido y hecho avanzar el ideario liberal. Tan sólo a él, de entre todos los grandes nombres de la escuela liberal francesa, le presenta Joseph A. Schumpeter ligado a un adjetivo en su Historia del Pensamiento Económico. Un adjetivo que no podía ser otro que "infatigable".

En efecto, Molinari hizo gala de una extraordinaria repelencia al cansancio y al derrotismo, que dejó patente en todos los campos en que se involucró. Desde el activismo propagandístico hasta la investigación académica, pasando por las labores editoriales o de administración en organizaciones liberales, exhibió siempre una inmunidad a la fatiga y el desánimo que le merecieron la admiración de amigos y detractores. Sin embargo, el velo que el socialismo francés desplegó sobre su memoria le ha convertido en un autor relativamente desconocido, incluso entre los liberales contemporáneos.

Molinari nació el 3 de marzo de 1819 en la ciudad de Lieja (Bélgica), donde su padre se había instalado después de servir como oficial superior del ejército napoleónico. Poco es lo que se sabe de su infancia y adolescencia. Su vida empieza a ser conocida a partir de su marcha a París, en 1940, adonde se dirige con el firme propósito de hacer carrera como periodista en el por aquellos días nuevo campo de la "divulgación económica".

El joven belga no tardó en lograr sus propósitos. Al poco tiempo de haberse creado la Société d´Économie Politique (1842), Molinari se convierte en una persona muy cercana a los círculos de la misma. Desde entonces podemos encontrarle activo defendiendo la paz, el librecambismo, la libertad de información, la libertad de asociación, la libertad de organizar sindicatos voluntarios y, en general, cualquier derecho fundamentado en el respeto de la propiedad privada y la libertad individual. Asimismo, su presencia en debates para hacer frente al intervencionismo económico, al control del Gobierno sobre las artes y la educación, a la esclavitud, al colonialismo, al mercantilismo, al proteccionismo, al imperialismo, al nacionalismo, al corporativismo y a cualquier otra forma de estatismo se convierte en parte del paisaje intelectual parisino de los años 40.

Su primer ensayo lo publica en 1843, en la revista La Nation, y trata de los efectos de ferrocarril sobre la industria europea. Su primer puesto de responsabilidad como activista del liberalismo llegaría tres años más tarde, cuando es nombrado secretario adjunto de la Asociación para la Libertad de Comercio, fundada en París gracias al impulso de Frédéric Bastiat. Molinari no tardaría mucho en convertirse en uno de los redactores de Le Libre-Échange, la revista de la asociación. Ese mismo año (1846) publica el primero de sus artículos, en el que especula con la posibilidad de superar las formas de gobierno intervencionistas a través de la transformación de las formas organizativas y contributivas de un Estado en las de un club; ni que decir falta, privado.

Ese artículo de juventud, titulado "Le droit electoral" y publicado en el Courrier Français el 23 de julio, es el pistoletazo de salida para toda una serie de artículos y libros en que propondrá la conveniencia y la viabilidad de sustituir los monopolios gubernamentales por organizaciones pacíficas, voluntarias. En este primer acercamiento a la cuestión de la organización social, el joven Molinari, que por aquel entonces tenía 27 años, pensaba que, si bien la forma de contribuir cada miembro de la sociedad al sistema de seguridad y protección de la propiedad privada y la vida no era acorde con los más elementales principios liberales, quedaba fuera de toda duda que toda persona tenía igual derecho a igual protección de esa vida y esa propiedad. Molinari necesitaría todavía madurar y cumplir los 30 años para desembarazarse de los últimos lazos que le apartaban de la defensa de una sociedad libre de coacción institucional.

A partir de 1846 sus publicaciones en revistas y diarios como La Revue Nouvelle, La Patrie, Le Courrier Français o el Journal des Économistes se disparan. Ese mismo año publica su primer libro, bajo el título Études économiques: sur l´organisation de la liberté industrielle et l´abolition de l´esclavage. En 1847 publicará su Histoire du tarif, y un año más tarde habrá terminado de anotar el segundo volumen de Mélange d´economie politique, de Eugéne Daine.

Durante la revolución de 1848 Molinari se coordina con sus compañeros de la escuela liberal de París para tratar de contrarrestar la propaganda socialista. Con ese objeto fundan el Club de la Libertad de Trabajo. Sin embargo, bajo el mando del Gobierno provisional la libertad de asociación no estaba precisamente garantizada en Francia, y los militantes comunistas aprovecharon para desembarcar en el club y disolverlo por la fuerza. Molinari no se dio por vencido y fundó una revista, junto a Charles Coquelin, llamada Jacques Bonhomme. La finalidad de este nuevo proyecto era la más pura estrategia divulgadora de las ideas liberales entre el grueso de la población. Sin embargo, la Associaton pour la Liberté des Échanges fue disuelta en medio de los sucesos revolucionarios, y sus miembros empezaron a tener dificultades para reunirse.

El siguiente año ha pasado a la historia del liberalismo gracias a nuestro autor. París acogió el II Congreso Internacional de los Amigos de la Paz. Frédéric Bastiat, Michel Chevalier, Charles Dunoyer, Horacio Say, José Garnier y, cómo no, Gustave de Molinari participaron en el evento. José Garnier, por aquel entonces director del legendario Journal des Economistes, fue el secretario. Bastiat representó con notable éxito la posición de toda la escuela, que se puede resumir de la siguiente manera: el intervencionismo estatal conduce a las revoluciones y a la guerra. Para evitar estos acontecimientos hay que fortalecer el libre mercado y, al mismo tiempo, disminuir o eliminar las Fuerzas Armadas.

La posición de estos pacifistas liberales, con la posible excepción de Chevalier, ha sido catalogada muy a menudo como ingenua y ultraoptimista. La mayoría pensaba que bastaría con alcanzar el librecambismo y reducir el tamaño de los ejércitos para hacer desaparecer las guerras. Siguiendo esta línea, Bastiat exaltó al auditorio con las siguientes palabras: "Vivid en paz, porque vuestros intereses son armónicos, y el antagonismo aparente que a menudo pone las armas en vuestras manos es un vulgar error".

Nuestro autor era el más realista y al mismo tiempo el más radical de este grupo de pacifistas liberales. Logró combinar un relativo optimismo sobre el continuo avance de la paz a manos del libre comercio con grandes dosis de realismo acerca de la imposibilidad de cambiar la naturaleza del ser humano para conseguir eliminar las agresiones. En este contexto, Molinari publicó a comienzos de ese año su famoso artículo "La production de la sécurité" en el Journal des Economistes.

Para muchos libertarios contemporáneos, su fecha de publicación, el 15 de febrero de 1849, marca el nacimiento del anarcocapitalismo como ideario político-económico. El economista belga dedica el artículo a estudiar la posibilidad de la producción de la seguridad y la defensa en un mercado completamente libre, abandona el supuesto y condición de igual defensa para cada individuo (que había defendido en "Le droit electoral"), dedica una buena parte del texto al estudio de las alternativas a un sistema de defensa y seguridad voluntario y acaba rechazándolas, por ser contrarias a la libertad individual, es decir, por injustas e ineficientes. También trata de dar una explicación a la existencia en todo lugar y en todo momento de sistemas de seguridad que no coinciden con ese modelo voluntario que defiende como más eficiente y justo, y, por último, determina las condiciones para garantizar una plena seguridad de la propiedad privada y la vida de las personas que integran la sociedad. En definitiva, trató el monopolio estatal de la seguridad y la defensa como cualquier otro monopolio y concluyó que este sistema injusto conduciría a elevados precios y a una pobre calidad. El artículo termina con la vista puesta en un mundo sin monopolios de ninguna clase, con especial mención a los estatales. De esta manera, la sociedad sin Estado se vislumbra como una alternativa compuesta de instituciones libres capaces de contener la violencia no institucional que algunos individuos o grupos puedan llevar a cabo en la sociedad libre.

La tesis de Molinari iba tan lejos que hasta sus compañeros tuvieron serios problemas para digerirla. En un debate celebrado el 10 de octubre de 1849 en la Société d'Économie Politique de París para discutir la propuesta de Molinari de someter el Gobierno a los principios del libre mercado, éste definió el modelo de defensa resultante como uno en el que unas compañías de seguros que operasen en un entorno de libre competencia serían capaces de garantizar la seguridad de sus clientes. Los ilustres contertulios de Molinari: Coquelin, Bastiat, Parieu, Rodet, Wolowski, Dunoyer y Raudot, rechazaron la idea central de su artículo sin siquiera rebatir sus argumentos. Para ellos, Molinari había pasado por alto que el Estado es un requisito de la libertad individual y del mercado libre. Tan sólo Charles Dunoyer trató de justificar este dogma, explicando que Molinari se había dejado llevar por una ilusión de la lógica y que, en la práctica, su sistema era una quimera que conduciría a violentas luchas entre las distintas compañías. Gustave de Molinari volvería sobre la misma idea a finales de ese mismo año, con la publicación de Les Soirees de la Rue Saint Lazare.

En 1850 fallece Fédéric Bastiat, el líder e inspirador de la mayoría de los miembros de la Societé d´Économie Politique. Su temprana muerte dejaba huérfano al movimiento liberal francés. Sin embargo, en su lecho de muerte Bastiat describió a Molinari como el continuador de su obra. Las diferencias entre el minarquista francés y aquel belga dispuesto a sustituir el Estado por empresas de servicios que compiten en el mercado sujetas a contratos alcanzados pacíficamente no impidieron que ambos se adminarsen mutuamente y considerasen sus ideas extraordinariamente convergentes.

Molinari abandonó Francia con el golpe de estado de diciembre de 1851. Se traslada entonces a Bruselas, y consigue una plaza de profesor de economía política en el Museo Real de la Industria Belga y en el Instituto Superior de Comercio de Amberes. Allí permanecería toda la década, dedicando su tiempo a crear nuevas organizaciones liberales y a escribir un tratado de economía que, fiel a su afán divulgador, llevaría por título Cours d´Economie Politique. Aunque sigue colaborando con el Journal des Économistes, funda el Journal de L´Économistes belges en 1855, para difundir las ideas liberales entre la población y los intelectuales de su país de origen. En 1857 funda la revista Les Bourses de Travail, en la que continuará sus investigaciones sobre las asociaciones del mundo obrero y el mercado de trabajo. En Bélgica continúa escribiendo y publicando libros, al tiempo que se dedica a estudiar los efectos del intervencionismo en materia educativa.

Después de nueve fructíferos años en su país natal, regresa a París en 1860. Enseguida volvió a colaborar con prestigiosas revistas como el Journal des Débats, de la que se convertiría en editor entre 1871 y 1876. Asistió al sitio de París de 1870, y la experiencia le sirvió para escribir dos nuevas obras: Les clubs rouges y Le mouvement socialiste et les réunions publiques. Los años 70 seguirían marcados por la trepidante monotonía de sus múltiples actividades y publicaciones.

En 1881 muere Joseph Garnier. Molinari sería el encargado de sustituirle como editor jefe del Journal des Économistes, un prestigioso puesto que desempeñaría hasta 1909, año en que se retira, una vez cumplidos los 90 años. Todavía le quedaría tiempo para escribir su último libro, Ultima Verba, publicado en 1911.

Entre el primero y el último de sus libros, Molinari casi no había cambiado ninguna de sus posturas, y seguía siendo tan radical como en sus años de juventud. Eso sí, sus argumentos habían ganado solidez. En cambio, el mundo en el que vivía se había transformado de tal modo que era difícilmente reconocible. El destino quiso que Molinari se ahorrase lo que él siempre había señalado como la consecuencia lógica del intervencionismo y el monopolio de la seguridad: las guerras a gran escala de destrucción total. Su muerte tiene lugar el 28 de enero de 1912, a punto de cumplir los 93 años y con el mundo a las puertas de la Primera Guerra Mundial.

La idea de Molinari de superar el monopolio estatal de la seguridad –y con él la propia necesidad del Estado– sobreviviría a su autor durante todo el siglo XX. Su solución, basada en compañías de seguridad en competencia, con múltiples similitudes con las empresas actuariales, no sólo supondría el comienzo del liberalismo anarquista, sino que generaría una corriente dedicada a especificar de qué manera las compañías de seguros podrían ofrecer seguros contra agresiones de todo tipo y, al mismo tiempo, convertirse en agencias de defensa. Esa es la principal vía por la que las ideas de Molinari han llegado hasta nosotros, a hombros de ilustres pensadores liberales como Benjamín Tucker, Herbert Spencer, Moris y Linda Tannehill, Murray Rothbard o Hans-Hermann Hoppe. Sin embargo, la privatización de la defensa no es sino una de las grandes y complicadas cuestiones que analizó el gran liberal belga. La pujanza del movimiento liberal a nivel mundial y el apadrinamiento de Molinari por estos grandes pensadores durante las últimas décadas hacen pensar que el siglo XXI podría ser el del redescubrimiento de nuestro personaje.

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