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Ignacio Cosidó

Cambio de régimen

Atacar al PP se ha convertido así no solo en el único elemento de cohesión de una coalición de otra forma imposible de conjuntar, sino en la mejor vía para perpetuarse en el poder

Es cada vez más evidente que la actual mayoría radical, la coalición entre nacionalismo e izquierda, que hoy sustenta al Gobierno socialista español quiere conducir al país a un cambio de régimen. Suele ser habitual que aquellos partidos que carecen de un proyecto de gobierno, como es el caso del PSOE, terminen provocando un cambio de Constitución. El nuevo régimen al que pretende conducirnos el Gobierno actual tiene dos ejes fundamentales: la transformación del actual Estado de las Autonomías en un Estado Confederal y la evolución de un régimen pluralista a un régimen de partido institucional, en una versión postmoderna del PRI mexicano de hace unas décadas.
 
El Estado de las Autonomías vigente en nuestra Constitución tiene como fundamento “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”, como recoge solemnemente el artículo segundo de nuestra Carta Magna. Para el presidente Zapatero, este concepto constitucional de Nación es un concepto caduco y controvertido que debe ser superado. Para sus socios independentistas, la Nación española es símbolo de la represión, compendio de todos sus males y, en consecuencia, enemigo que debe ser, primero, derrotado y después, desmantelado.
 
Es la combinación de estos dos factores: la determinación de los nacionalismos radicales para acabar con la Nación española y la incapacidad del actual Gobierno para defenderla, lo que pone en riesgo de extinción a nuestra Nación y en peligro de disolución a nuestro Estado. La paradoja democrática es que este proceso avanza en contra de una inmensa mayoría social que sigue teniendo en la Nación española su principal seña de identidad, frente a una minoría que apuesta por acabar con esta realidad y constituir, en todo caso, un Estado plurinacional sobre la base de la asociación voluntaria de las diferentes naciones que según ellos constituirían España.
 
¿Cómo es posible que una minoría pueda terminar imponiendo un modelo confederal a una mayoría de españoles que sigue apostando por un modelo autonómico? Esa es para mí la grave irresponsabilidad de nuestro actual Gobierno, su disposición a ceder al chantaje de esas minorías con tal de mantenerse en el poder. Zapatero está dispuesto a dejar de ser el presidente del Gobierno de la Nación con tal de seguir siendo el presidente de la futura Confederación.
 
El segundo eje del cambio de régimen al que quieren conducirnos resulta aún más inquietante, en tanto que implica un deterioro de nuestras libertades. El problema de la izquierda no es que legítimamente quiera el Gobierno, sino que aspire a ejercer todo el poder durante todo el tiempo. Además, el PSOE está dispuesto a pagar cualquier precio para conseguirlo, incluyendo la claudicación de la soberanía popular ante los terroristas.
 
La prioridad del Gobierno de Zapatero en este primer año en La Moncloa no ha sido gobernar, sino destruir la herencia del gobierno anterior. Consideran, es posible que acertadamente, que una vez aniquilada la herencia de los gobiernos del Partido Popular habrán invalidado para mucho tiempo la posibilidad de una alternativa a su poder. Atacar al PP se ha convertido así no solo en el único elemento de cohesión de una coalición de otra forma imposible de conjuntar, sino en la mejor vía para perpetuarse en el poder. Una vez destruida la alternativa piensan que ya habrá tiempo para ajustar cuentas con sus actuales socios.
 
El nuevo régimen estaría así constituido por un Partido institucional, el PSOE, que ostentaría de hecho el monopolio del poder, y por una constelación de partidos menores que otorgarían al sistema una apariencia democrática. Los pasos dados en esta dirección son evidentes: la imposición por Ley de una concentración de los medios de comunicación que otorgue una situación de casi monopolio al grupo identificado con el actual Gobierno; el uso partidista de la policía, con la detención ilegal de afiliados del partido adversario; el sometimiento del poder judicial a la voluntad del Gobierno, otorgando al sector afín la posibilidad de bloqueo de todas sus decisiones; la marginación de la Iglesia Católica de la vida social y el ataque directo contra los valores que comparte la mayoría de cristianos que aún existen en nuestro país; los intentos de neutralizar a las víctimas del terrorismo para que no denuncien la traición que quiere consumar el Gobierno; una política exterior que prefiere aliarse con tiranías como Cuba o Venezuela antes que con las grandes democracias del mundo; o la simple compra de voluntades a través de los Presupuestos Generales del Estado.
 
¿Tendrá éxito la actual mayoría radical para culminar este cambio de régimen que persiguen? Creo y deseo que no. Mi convicción es que a pesar de las manipulaciones del Gobierno, la sociedad española tiene hoy un grado de madurez democrática suficiente como para no dejarse embarcar en este tipo de aventuras autodestructivas.
 
En segundo lugar, el proyecto Zapatero puede terminar con un estruendoso fracaso que acabe propiciando como reacción el fortalecimiento de nuestro actual Estado de las Autonomías y de nuestra democracia. Por último, el Partido Popular ha demostrado también en este año largo en la oposición que no está dispuesto ni a rendirse ni a ser cómplice de un proceso que puede acabar simultáneamente con España y con nuestra libertad.
 
Ignacio Cosidó es senador del PP.

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