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Ignacio Cosidó

El efecto ZP

Bajo una apariencia de unidad se percibe en las filas de muchas agrupaciones locales del PSOE un creciente nerviosismo por el desgaste añadido que suponen políticas como la negociación con ETA o determinadas concesiones a los socios independentistas del G

El Gobierno socialista afronta estas próximas elecciones locales y autonómicas en su peor momento de la Legislatura. Zapatero tiene abiertos hoy todos los frentes posibles. La negociación con ETA presenta los peores augurios, a pesar de las últimas cesiones del Gobierno con la indignante excarcelación de De Juana o la presencia de los terroristas en las elecciones a través de ANV. Su fragilidad parlamentaria es cada vez mayor, como la Comisión Nacional del Mercado de Valores o la fracasada negociación de la mal llamada Ley de la memoria histórica.
 
La situación económica presenta señales cada vez más inquietantes que anuncian el fin del largo ciclo de crecimiento impulsado en la última década por la gestión de los gobiernos del PP. Escándalos como el de los dossiers de la Oficina Económica del Presidente socavan en buena medida la credibilidad del Gobierno en esta materia. El flujo migratorio ha vuelto a explosionar en Canarias con cientos de inmigrantes llegados en las últimas horas. En el exterior, la reciente victoria de Sarkozy en Francia no sólo indica un cambio de tendencia en Europa, sino que supone una derrota casi personal de Zapatero que no sólo se había implicado directamente en la campaña de Royal sino que era en buena medida referencia y fuente de inspiración de la candidata derrotada.
 
¿Cuál será el efecto de esta desastrosa gestión del Gobierno Zapatero en las próximas elecciones? En principio, el efecto debería ser limitado porque lo que está en juego el 27 de mayo son los gobiernos locales y autonómicos para los próximos cuatro años, que no es poco. Sin embargo, muchos candidatos socialistas van a sufrir en estas elecciones un voto de castigo por los errores del Gobierno Zapatero. Así, bajo una apariencia de unidad se percibe en las filas de muchas agrupaciones locales del PSOE un creciente nerviosismo por el desgaste añadido que suponen políticas como la negociación con ETA o determinadas concesiones a los socios independentistas del Gobierno.
 
Es la propia estrategia del PSOE la que va a provocar que este efecto sea mayor del que debería ser en circunstancias normales. Por un lado, el ataque al Partido Popular como único argumento electoral, llegando al despropósito de retrotraerse cuatro años para volver a hacer de Irak un elemento central de unas elecciones locales, hace que Zapatero parezca querer confrontar ante los electores el caos de sus tres años de gobierno con los ocho de estabilidad que protagonizó el Partido Popular y que llevaron a nuestro país al mejor periodo de crecimiento y proyección de su historia.
 
Por otro lado, Zapatero parece querer también convertir estas elecciones locales en un plebiscito sobre su política de negociación con los terroristas, sobre su política de desmembración territorial e incluso sobre su política de enfrentamiento con las democracias y alianza con las dictaduras. Una victoria del PSOE en estas elecciones sería claramente interpretada por Zapatero como un aval de la sociedad española para poder seguir claudicando ante los asesinos, desguazando el Estado y fortaleciendo sus relaciones con dictadores como Hugo Chávez o Fidel Castro.
 
En el estado de crispación y de enfrentamiento al que nos ha conducido Zapatero será difícil sustraer estas elecciones del contexto político general. El Partido Popular esta tratando de centrar su campaña en propuestas en positivo que aporten soluciones a los problemas reales de la gente. Por el contrario, el PSOE parece empeñado en plantear estas elecciones como un nuevo proceso de confrontación entre buenos y malos. A la hora de decidir su voto los ciudadanos deberían por tanto tener muy presente que su papeleta no pueda utilizarse como un aval para poner en su casa anticipadamente a un asesino como De Juana, para conceder nuevos privilegios a los independentistas o para favorecer a los dictadores mientras se humilla a los demócratas que les hacen frente.

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