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Ignacio Cosidó

La piel de cordero

Navarra ha sido utilizada así por Zapatero en una doble vía. Primero, como moneda de cambio en su negociación con los terroristas. Ahora, como señuelo para intentar engañar al resto de los españoles.

Zapatero se ha puesto la piel de cordero ante la próxima cita electoral. Así, tras sus secretos e indecentes flirteos con los terroristas, muestra ahora la extrema prudencia de quien considera inevitables nuevos atentados. Al mismo tiempo, Ferraz parece haber recuperado momentáneamente la sensatez y ha deshecho el pacto que sus correligionarios tenían forjado con los independentistas de Nafarroa Bai en Navarra. Simultáneamente, el Gobierno intenta sepultar el incómodo debate territorial bajo la promesa de miles de millones de inversión para todos y el jefe del Ejecutivo se prodiga cada vez más en apariciones públicas repartiendo a destajo subvenciones, indemnizaciones y ayudas, dejando a los subalternos las labores más ingratas del Gobierno y del partido. El problema es que la piel de cordero en la que se ha revestido Zapatero es demasiado fina como para ser creíble. Es más, si el PSOE logra revalidar una mayoría parlamentaria, su líder retomaría con nuevo impulso su agenda más radical en el convencimiento de que los ciudadanos la habrán avalado con su voto.
 
Este súbito cambio en La Moncloa demuestra que su inquilino no tiene otro principio político que la ocupación del poder y su permanencia en él. El líder socialista no sólo no tiene escrúpulo alguno en traicionar a las personas, de Maragall a Mas pasando por Puras, sino que tampoco le produce ningún pudor renegar de sus principales proyectos políticos si considera que es necesario soltar lastre electoral para intentar retener el poder. La ausencia del principio de lealtad y la supeditación permanente de las convicciones a su interés más inmediato es la principal característica de la forma de hacer política del actual líder socialista.
 
La traición de Zapatero al socialismo navarro ha sido doble. Por un lado, impuso desde Madrid un candidato que fuera más dócil a los designios de la negociación con los terroristas en la que en aquel momento creía firmemente. Ahora que el proceso de negociación con ETA ha descarrilado, Zapatero no tiene empacho alguno en sacrificar al hombre al que mandó con esa ingrata misión dejando a los socialistas navarros compuestos y sin novia a las puertas mismas del poder. Las consecuencias de esa doble traición serán nefastas para los intereses electorales del PSOE en Navarra, pondrá a prueba la propia cohesión de su partido en esa Comunidad y ha abierto una profunda herida en la relación entre los socialistas navarros y el resto de los socialistas españoles.
 
Navarra ha sido utilizada así por Zapatero en una doble vía. Primero, como moneda de cambio en su negociación con los terroristas. Ahora, como señuelo para intentar engañar al resto de los españoles sacrificando a su partido en la comunidad foral en el altar de los intereses supremos de La Moncloa.
 
Es cierto que Zapatero se ha mostrado en estos tres años largos en el poder como un consumado maestro del engaño, pero será difícil que en los pocos meses que quedan pueda recuperar la credibilidad perdida, incluso a costa de sacrificios tan cruentos como el que ha consumado en Navarra. Un sacrificio que ha ejecutado además sin tener siquiera la valentía de mancharse las manos y dejando a su secretario de Organización, José Blanco, actuar como único maestro de ceremonias.
 
Los españoles deberían saber que todo en Zapatero es pura apariencia, que el pacto con los independentistas pan-vasquistas en Navarra se consumará tan pronto se le despeje el panorama electoral nacional, que la negociación con los terroristas puede ser retomada formalmente en cualquier momento porque así se lo autoriza además el Parlamento en una resolución aún no revocada, que el proceso de disgregación de España aún no ha terminado y que el proyecto de izquierda radical que Zapatero esconde tan sólo está esperando una mayoría en las urnas para poder ser reactivado con un nuevo impulso. La piel de cordero de Zapatero no engaña a nadie. 

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