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Ignacio Cosidó

Rubalcasaurius

Nunca he visto a nadie mentir con semejante aplomo y convicción. Justifica en el Parlamento una condecoración de un policía por una operación que ocurrió dos años después de ser condecorado.

Alfredo Pérez Rubalcaba se ha convertido en el gran dinosaurio de la política española. Pasará a la historia como el gran depredador político de nuestra democracia. No hay un asunto turbio en nuestro pasado reciente, desde el GAL hasta la negociación política con ETA, pasando por el 11-M, con el que Rubalcaba no haya tenido relación directa. El actual ministro del Interior es el prototipo de político sin principios y sin escrúpulos, que ha hecho de la conquista del poder y su conservación el único objetivo de su interminable carrera política. Lo peor es que tener a un político de esta naturaleza en el Ministerio del Interior es un verdadero riesgo para nuestra libertad.

Rubalcaba es el único representante en el poder del socialismo felipista. Camina por la arena política como un Tyranusaurius, único superviviente socialista de era glacial en la oposición, al que no se sabe bien si temen más los propios compañeros de partido o sus adversarios. Un dinosaurio camaleónico que después de apoyar a Bono se convierte en el más fiel zapaterista, hasta que llegue el momento de darle la última dentellada. Cuando hay un mínimo de democracia, pierde siempre, como le ha ocurrido ahora en las primarias de Madrid. Pero siempre la cara la pone otro, en este caso Trinidad Jiménez, para conservar intacta la suya. Y ya veremos si Tomás Gómez no es objeto de alguna "vendetta" interna como le ocurrió a Borrell. 

Rubalcaba prefiere moverse en las sombras del poder, que a la luz del debate público. Su especialidad son las negociaciones secretas, la última con el PNV para salvar el presupuesto, pero hay que reconocer que es también un genio de la manipulación y la propaganda. Acude sólo a los medios amigos, eludiendo contestar a los que le critican. Ha hecho de la estadística de delincuencia una obra de arte de la falsificación en ingeniería contable, haciendo que cuanto más crecen los delitos en nuestro país más parezca que bajan. De la Comisión de Interior del Congreso simplemente ha huido.

La mentira es de hecho su principal arma política. Nunca he visto a nadie mentir con semejante aplomo y convicción. Justifica en el Parlamento una condecoración de un policía por una operación que ocurrió dos años después de ser condecorado. Las cartas de extorsión de ETA a los empresarios durante la pasada tregua en realidad eran para él amables peticiones a favor de la paz. El robo de armas por los terroristas venía a confirmar que su voluntad de paz era absoluta, definitiva e inquebrantable. Ha llevado el relativismo moral hasta tal extremo que ya no es capaz de distinguir entre la verdad y la mentira. Su único criterio en la conveniencia política de cada momento.

Encaramado en el poder resulta siempre amenazante. Su estrategia es criminalizar a la oposición para tratar de aniquilar políticamente al adversario. Como en la vida de los otros, alardea de oír todo lo que dices y ver todo lo que haces. Cualquier crítica de sus subordinados la acalla expeditivamente aplicando el régimen disciplinario. Utiliza a un puñado de incondicionales para las operaciones más comprometidas, a los que luego colma con todo tipo de prebendas y los protege de cualquier abuso. Filtra sistemática y oportunamente a los medios afines aquella información que puede resultar dañina para sus adversarios, tanto dentro como fuera de su propio partido. Organiza verdaderos espectáculos mediáticos cuando hay que detener a un concejal del PP, mientras que otras operaciones se realizan con la máxima discreción o incluso se paralizan.

El Ministerio del Interior es sin duda el puesto más sensible y delicado de toda la estructura de poder de cualquier Estado. El mando de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y la información de la que se dispone otorga un enorme poder a quién tiene esa responsabilidad. Es un poder necesario para luchar contra los delincuentes y los enemigos de la democracia. Pero cuando ese poder se pervierte y se utiliza de forma partidista e interesada, constituye un claro peligro para la democracia misma.

Si hay un responsable público al que por encima de todo le es exigible unos principios morales firmes es a un ministro del Interior. Alfredo Pérez Rubalcaba nunca debía hacer sido nombrado titular de esta cartera. Por sus antecedentes como portavoz del Gobierno más corrupto de la historia reciente de España. Por ser el político que de forma más indecente ha utilizado terrorismo con fines electorales. Y por ser el arquetipo del político sin principios para el que moral y política son realidades incompatibles. Su extinción política, que estoy convencido está próxima, será una excelente noticia para la libertad. 

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