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Ignacio Moncada

La autocoronación de Rubalcaba

Es un zapatero en lo económico, pero con una infinita experiencia en controlar el poder, en urdir, en manejar los resortes internos del Estado, y en ponerlos a su disposición en forma de altavoz mediático.

La política suele estar bañada por una fina capa de ironía. Acostumbra a ocultar golpes de humor. Los últimos acontecimientos políticos en España han llegado trufados de ricas notas satíricas. Rubalcaba, tras el "paso atrás" de una conmocionada Chacón a la que parecían, como dijo Luis del Pino, haberle metido en la cama la cabeza degollada de su caballo favorito, anunció que aceptaba presentarse como candidato a presidente del Gobierno con un programa de cambio. ¡De cambio! Si podemos imaginar a algún político que sea incompatible con el término cambio, ése es Alfredo Pérez Rubalcaba. El todopoderoso vicepresidente del Gobierno lleva casi 40 años en política, y nunca la contempla desde la barrera. Siempre ha participado desde el puente de mando. Desde el cargo de ministro de González, a portavoz, apagafuegos mediático y administrador del final del felipismo, a vicepresidente del Gobierno de Zapatero con más poder, al puro estilo Dick Cheney, que el propio títere circunflejo. Pues sí, este hombre, protagonista del escándalo del chivatazo en el Bar Faisán y agitador en jefe de las trágicas jornadas posteriores al 11-M, este hombre quiere ser el cambio para España.

Rubalcaba, desde el punto de vista económico, no es otra cosa que un Zapatero calvo. No se le conocen ideas económicas ni soluciones financieras que difieran de las que nos llevan gobernando desde hace más de siete años, y que nos han metido en una depresión económica nacional. Si tiene alguna propuesta, bien podría habérsela soplado a Elena Salgado y al propio Zapatero, que no les habría venido mal. Pero si no la tiene, que es lo probable, que nos ahorre la vergüenza ajena de presentarse como si la tuviera. No se le conoce ideología distinta a la zapaterina, pero también decía que, en lo literal y en lo figurado, es un político calvo. Es un zapatero en lo económico, pero con una infinita experiencia en controlar el poder, en urdir, en manejar los resortes internos del Estado, y en ponerlos a su disposición en forma de altavoz mediático. No se me ocurre personaje más peligroso para España que Rubalcaba con poderes absolutos.

Rubalcaba comienza su intento de ascender a La Moncloa dejando un botón de muestra, su impronta personal. Para algo bueno que tenía el PSOE, al menos en teoría, que eran las primarias, llega el candidato y como declaración ilustrativa de intenciones, se las carga de un plumazo. Y, además, sin esfuerzo en disfrazarlas, sin fingido cargo de conciencia. Han dicho públicamente que ahora no les interesan, y han elegido el candidato a dedo. Hasta el propio señalado ha presumido de que se trata de un "dedazo de muchos compañeros de partido". Es decir, un dedazo del aparato, que es él mismo. Tiene su gracia que las dos principales bazas electorales que tenía el PSOE contra el PP hace tan sólo un año, que es el decretazo de Aznar y el dedazo a Rajoy, han sido fulminados sin posibilidad de reutilización con el tijeretazo de Zapatero y la autocoronación napoleónica de Rubalcaba. Pero no nos creamos que eso le quita peligro electoral al personaje. Pronto comprobaremos de lo que Rubalcaba es capaz con todo el poder a su alcance, y con pánico a perderlo.

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