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Ignacio Moncada

Un pacto contra la democracia

El PSOE ha sido capaz de aprobar todas las medidas que se le han ocurrido a su líder. Si el resultado de éstas ha sido demoledor para la economía española no es porque el PP haya votado en contra, sino porque no eran las adecuadas.

Dejó escrito Benjamin Franklin que sólo los pueblos virtuosos pueden vivir en libertad: a medida que se vuelven corruptos y viciosos, aumenta su necesidad de amos. No recuerdo dónde leí esa cita, pero me aborda el pensamiento cada vez que oigo hablar de un pacto de Estado para salir de la crisis. Es una de esas ideas que se instalan en el altavoz de la opinión pública y todo aquél que quiera parecer moderado debe suscribirla. Es peligroso, porque cuando la corriente mayoritaria inunda tertulias y columnas exigiendo que PSOE y PP defiendan la misma postura, el terreno de juego de la democracia se embarra. En seguida me explico.

Una abrumadora mayoría en España piensa que es difícil gestionar peor una crisis económica que como lo ha hecho Rodríguez Zapatero. Sin embargo el PSOE, que es un partido de reconocido prestigio en el ámbito de la propaganda, ha logrado que cale el mensaje de que el PP no arrima el hombro. Que no apoya al Gobierno para salir de la recesión. De esta consigna brota la aparente necesidad de alcanzar un consenso, de que Zapatero y Rajoy gobiernen de la mano. Pero casi nadie se para a pensar que lo eficaz para salir de la crisis no depende de que los partidos firmen un pacto, sino del contenido del mismo. El Partido Socialista ha sido capaz de aprobar todas las medidas que se le han ocurrido a su líder. Si el resultado de éstas ha sido demoledor para la economía española no es porque el PP haya votado en contra, sino porque no eran las adecuadas.

La democracia es el único sistema donde tiene cabida la libertad, entre otras cosas porque otorga un papel crítico y fiscalizador a quien no gobierna, a la oposición. Por eso un consenso político es un arma de doble filo. Porque tal vez pueda dar más fuerza a un programa de gobierno, pero también zanja debates de ideas, aparca libertades. Y conste que ambos filos cortan, pues un consenso sobre un programa equivocado no sólo anula el necesario control al poder, sino que pone a todas las fuerzas políticas al servicio de la ruina de la economía.

En una crisis es cuando más falta hace la institución de la oposición, cuando más crítica debe ser su actitud. Es evidente que el PP no está cumpliendo con su papel, pero no por ello hay que renunciar a exigirlo. Pese a eso, sí acierta al negarse a suscribir un pacto de Estado, pues sería equivalente a estampar su firma en un cheque en blanco en manos de Zapatero. Los que lo desean caen en el vicio que denunciaba Franklin, pues en el fondo piden más poder para el que gobierna. No quieren un representante político, sino un amo. Y es que es en los regímenes autoritarios, en los que no existe debate de ideas, donde reina el más plácido de los consensos.

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