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Ignacio Villa

Al PP no le salen las cuentas

La devoción que en el Palacio de La Moncloa se profesa hacia las encuestas, como apoyo constante a la hora de hacer política, está provocando un ambiente de tensión e incertidumbre ante el futuro. La insistencia con que los más diversos estudios demoscópicos, incluyendo los oficiales, recuerdan que el recorte entre el Partido Popular y el Partido Socialista es una realidad, esta llevando el desasosiego al entorno más cercano al presidente Aznar. Las alarmas se han encendido de tal forma que, desde ese círculo presidencial, se comienza a sugerir la necesidad de que José María Aznar continue en su puesto para no poner en peligro el proyecto político del Partido Popular.

Los nervios existen, digan lo que digan. Un ejemplo que confirma ese desconcierto actual en las filas populares es, precisamente, el argumento-trampa que están utilizando constantemente los dirigentes del PP. Estos últimos días no se cansan en recordar, que en el "ecuador" de la anterior legislatura se registraba en las encuestas un empate técnico entre el PP y el PSOE; un empate –añaden– que se transformó en mayoría absoluta en el momento de las elecciones generales. Este razonamiento lo completan aduciendo que si el empate técnico se recondujo hacia la mayoría, la actual diferencia de cuatro puntos entre populares y socialistas es más que suficiente –concluyen– para revalidar los resultados de 2004.

Un planteamiento que, como ellos saben perfectamente, incluye una trampa. En el Partido Popular saben que, en las elecciones del año 2000, el candidato del PP no ofrecía dudas: todo el mundo sabía que José María Aznar se volvía a presentar con el respaldo de una gestión y la idea de completar un proyecto de ocho años de Gobierno. Entonces había candidato, ahora no lo hay. La otra diferencia, de entonces y ahora, es evidente. Joaquín Almunia no es José Luis Rodríguez Zapatero. Almunia, con toda una colección de errores estratégicos, se convirtió en el mejor de los adversarios posibles para alcanzar la mayoría absoluta. Ahora con Zapatero, las cosas son diferentes. Es cierto que no tienen proyecto y que su equipo deja mucho que desear, pero también es verdad que Zapatero representa, al menos en teoría, una nueva generación socialista.

Por todo esto, en el PP hay nervios. Nervios que están provocando el diseño de nuevas estrategias. Entre los populares se buscan desesperadamente gestos que puedan revitalizar la gestión política. Una búsqueda que está produciendo algunos cambios de actitud inexplicables, y la insistencia en una política de centro que, sin la etiqueta de reformismo, pierde todo el atractivo y la novedad que supuso en las elecciones de 2000.

La realidad, a menos de dos años para las próximas elecciones generales, es que el PSOE recorta distancias. Con el agravante de que ese recorte viene determinado más por los errores del PP que por los aciertos socialistas. Con todo, las próximas elecciones municipales y autonómicas se presentan como cruciales para el futuro. Si en la cita electoral de mayo el PSOE gana en dos o tres lugares imprevistos, el efecto puede ser mucho mayor del que ahora mismo se puede llegar a pensar. A día de hoy, al PP no le salen las cuentas. La ausencia de candidato para las generales, tiene mucho que ver.

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