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Ignacio Villa

Alonso y sus ruidos

Esta afirmación además de ser insólita, es de una gravedad extrema en el juego democrático. Ya está bien. El Gobierno tiene que dejar de llamar la atención a los ciudadanos y ponerse en serio a luchar contra el terrorismo

El atentado de los terroristas etarras en Madrid ha sido la constatación de la dura realidad. ETA lleva decadas hablando con el mismo lenguaje de horror, de terror y de dolor, y no parecen dispuestos a cambiar. Los terroristas han utilizado una furgoneta-bomba para devolver al presidente Zapatero a la única certeza. Los terroristas hacen sólo lo que saben hacer.
 
El jefe del Ejecutivo ha cometido tantos errores, ha ido tan lejos en sus planteamientos que ahora se ha caído con todo el equipo. Zapatero dice que quiere trabajar por la paz, explica en cenas con amigos que hay contactos con los terroristas, permite que los terroristas de las Tierras Vascas estén en el parlamento de Vitoria y además fomenta la división de las víctimas. En resumen, el presidente del Gobierno se ha quedado retratado por sus limitaciones, por sus torpezas, por sus zancadillas, por sus objetivos y por sus acuerdos por debajo de la mesa.
 
Este último atentado de ETA en Madrid deja al descubierto los desastres de Zapatero; pero especialmente nos deja desasistidos a millones de españoles y, por supuesto, a todas las víctimas del terrorismo. Ante un ataque de estas características todos esperamos un presidente del Gobierno claro, contundente y fuerte; todos esperamos, también, a un Ministro del Interior con las ideas muy claras. Y nos hemos encontrado que no hay ni una cosa ni la otra.
 
A Zapatero le ha costado condenar el atentado. Lo ha hecho en el Senado a preguntas del Partido Popular, para luego matizar lo dicho recordando que el Gobierno mantiene en pie la propuesta de negociar con ETA sí los terroristas dejan las armas. Y le volvemos a preguntar, con ese planteamiento del Debate, ¿qué hay que negociar con unos terroristas que ya se han rendido supuestamente? Pero no acaba aquí todo.
 
Al ministro Alonso nos lo hemos encontrado pidiendo a los demócratas que no hagamos tanto ruido con el debate sobre el final de ETA. Sin duda, una afirmación insólita cuando tendría que haber sido el propio ministro del Interior quién pidiera a los terroristas que dejaran las armas. Ya se ve que para Alonso, parece que el debate de la democracia es lo que provoca las bombas de los terroristas.

Esta afirmación además de ser insólita, es de una gravedad extrema en el juego democrático. Ya está bien. El Gobierno tiene que dejar de llamar la atención a los ciudadanos y ponerse en serio a luchar contra el terrorismo. Zapatero está dispuesto a laminar muchas cosas. Ya no hace caso a las víctimas y ahora parece que vamos a ser los culpables de las bombas los ciudadanos de a pie. Esta gente esta cada vez más fuera de sitio, con el agravante que se creen poseedores de la verdad absoluta. Y el engreimiento es el principio del fin de cualquier político. 

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