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Ignacio Villa

Amistades políticas. ¿Amistades sinceras?

En esto de la política las relaciones personales marcan una diferencia. Y si hablamos de relaciones entre los distintos jefes de gobierno, la cuestión tiene mas importancia. José Maria Aznar, desde hace tiempo, ha llevado al terreno personal las relaciones con distintos colegas, especialmente de la Unión Europea. Tenemos por el momento dos ejemplos muy claros: el primer ministro portugués, Antonio Guterres, y el primer ministro británico, Tony Blair.

La relación de Aznar con Guterres y Blair tiene siempre un fuerte componente personal, más allá del protocolo y de las relaciones oficiales. Una estrategia que “casi” siempre la ha ido bien a José María Aznar, aunque, en los momentos clave, esta relación o amistad personal no parece suficiente. La reciente y todavía pendiente polémica sobre el submarino británico “Tireless” o la actitud de Portugal en el último Consejo Europeo de Niza son dos buenos ejemplos, que enseñan que esta estrategia personal no es siempre suficiente.

Pues bien, el tercer objetivo para la citada estrategia está a la vista: se llama Gerhard Schroeder. La reciente visita de José Maria Aznar y su familia a Berlín y algunos encuentros anteriores que ambos han mantenido son señales consistentes de que el presidente del Gobierno español busca en el canciller alemán un tercer punto de apoyo en su política personalista de relación con los distintos jefes de gobierno. Los tres curiosamente son socialistas o socialdemócratas; una casualidad que confirma aquel principio que dice que los jefes de Gobierno de partidos diferentes tienen mucho terreno ganado para llevarse bien.

Ya veremos en las próximas semanas si esta nueva relación personal con Schroeder obtiene sus frutos. La venta de la empresa española Santa Bárbara será un buen referente. El canciller alemán, pues, puede pasar a ese selecto núcleo de jefes de gobierno que acompañan a Aznar en los fines de semana de Doñana o en los paseos en yate por el Mediterráneo. Aunque, no nos engañemos, son sólo amistades políticas, y la política, por naturaleza, no es sincera.

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