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Ignacio Villa

Aznar en estado puro

Estamos asistiendo a una reacción política del presidente del Gobierno que merece la atención del análisis. Se trata del José María Aznar en su más puro estilo personal y personalista. Los dos meses del Prestige han sido los dos meses más duros desde la llegada al poder. El propio presidente era consciente de que, por momentos, el trabajo atesorado en años de política se iba a pique de la mano del "chapapote". Pasaban los días y las semanas y, lejos de reaccionar, el presidente Aznar con todo su Gobierno en pleno, no acertaban en su estrategia. Primero sin reacción, luego con un rosario de equivocaciones y, para terminar, perseverando en algunos errores incomprensibles. Todavía se escuchan los lamentos de más de un dirigente popular que sigue sin encontrar las razones por las que el presidente Aznar no aterrizara en Galicia en los primeros días del desastre. Con una simple visita, dicen, se habrían solucionado muchos de los problemas posteriores.

Pero en estas llegó la Navidad. Poco antes, Aznar había realizado un viaje relámpago a Galicia. Un viaje breve y algo timorato, pero suficiente para que el presidente del Gobierno viera y sintiera de primera mano el desaguisado que se estaba cometiendo en Galicia, y que iba a afectar al Gobierno, a la Xunta y al Partido; pero que sobre todo estaba afectando ya a su propio prestigio político y de gestión. Una enorme cadena de errores que además terminarían pasando una abutada factura electoral. Aznar comenzó las Navidades dispuesto a remontar la crisis; pero en esta ocasión, en lugar de buscar apoyos y consejos, iba a hacerlo en soledad. "Dicho y hecho", el presidente irrumpió en escena con una batería de medidas para reformar el Código Penal y poder así luchar más eficazmente contra el terrorismo y la delincuencia. Convocó, en pocas semanas, varias veces a la Ejecutiva del Partido. Empezó a diseñar en persona su propia agenda con visitas, actos públicos y mensajes. Durante más de un mes no ha convocado a los "maitines" a sus colaboradores. En definitiva, Aznar en "esencia". Trabajo y más trabajo, poca comunicación y personalización de la gestión.

Aznar no estaba dispuesto a irse de Moncloa con la etiqueta del Prestige ocultando toda una gestión de ocho años. Se ha puesto manos a la obra dispuesto a recuperar el prestigio perdido. Sin más ayuda que sus propios recursos y recuperando las viejas formas y maneras de la oposición. Todo esto le está llevando a una personalización de la gestión del Gobierno, a utilizar el "yo" algo más de la cuenta y a prescindir de consejos y ayudas de colaboradores y asesores. Aznar busca el prestigio perdido en soledad. Aznar en "estado puro".

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