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Ignacio Villa

Barcelona deja a todos en su sitio

Con el Consejo Europeo de Barcelona, la presidencia española de la UE ha pasado el meridiano de los seis meses. Ha consumido ya la mitad de su trayecto. Barcelona era un examen para José María Aznar, y esa prueba la ha pasado. Como era de esperar, nos estamos encontrando notas diferentes para los acuerdos alcanzados en la Cumbre. Habrá quien vea la botella llena, habrá quien la vea medio vacía. Lo cierto es que el presidente Aznar ha sabido administrar correctamente su posición y ejercer razonablemente su liderazgo como presidente de turno de la Unión. Hace días que dijimos que la Cumbre de Barcelona era su examen europeo y ahora podemos decir que ha pasado la prueba, con las calificaciones que cada uno quiera poner al presidente, aunque nadie puede dudar que el examen quedó aprobado.

Dicho lo cual, habrá que añadir que, aunque Aznar haya aprobado su prueba particular, no así algunos miembros de su Gobierno. En concreto hay que reseñar que ni el ministro de Exteriores, Josep Piqué, ni el ministro Portavoz, Pío Cabanillas, han estado a la altura de las circunstancias. Los dos, con una actitud más cerca de la mediocridad que de la eficacia, han dejado abierta más de una rendija a la oposición parlamentaria. Dos ministros, que no han aprendido de algunos errores pasados, siguen empeñados en ser unos vendedores de mercancía gubernamental. No les importa la calidad, sólo piensan en la cantidad.

El titular de Exteriores, en sus repetidas comparecencias, ha ofrecido una imagen superficial, con poco conocimiento de fondo de las cuestiones y preocupado en exceso de vender los “logros” de Barcelona antes incluso de que se llegara a algún tipo de acuerdo. Piqué, en situaciones como la de una Cumbre, deja en evidencia las carencias de un ministro de Exteriores que realmente hace un trabajo de secretario de Estado en beneficio del presidente del Gobierno. Y del ministro Portavoz, ¿qué podemos decir? Está todo dicho y repetido. Un auténtico desastre. Buscando un protagonismo que no le correspondía ha tropezado con la piedra de la vanidad. Otra vez Cabanillas se ha llevado consigo la polémica. En esta ocasión, el enfado de Aznar por el error de su Portavoz con Javier Solana ha trascendido. El tiempo dirá hasta qué punto el presidente puede perdonar tanto fallo consecutivo en la política informativa del Gobierno. Una política que sólo piensa en el corto plazo.

Piqué y Cabanillas se han convertido en las dos “vías de agua” del Gobierno Aznar durante la Cumbre. Estos dos ministros ofrecen a la oposición razones permanentes para la crítica. Lo que ocurre es que, como tantas veces ha pasado, al final les salva el deficiente trabajo de oposición de los socialistas. Sin ir más lejos, durante el debate parlamentario sobre el Consejo Europeo de Barcelona, el secretario general del PSOE ha mostrado en un primer momento buenas formas. Después, como ya es costumbre, Rodríguez Zapatero se ha venido abajo. Al final, ha quedado en evidencia que su trabajo parlamentario intermitente, su pérdida de dirección política y sus dramáticos cambios de planteamientos le convierten en un líder de la oposición vulnerable. Zapatero tiene un difícil carácter político. Nunca se sabe por dónde va a salir. Sus últimas “espantadas” le han restado una considerable autoridad entre los suyos y también entre los demás.

En definitiva, José María Aznar sale reforzado de Barcelona. Pero que nadie se engañe: solamente Aznar. Otros ministros, como Piqué o Cabanillas, han quedado en evidencia por sus errores o por sus omisiones. Por último, Rodríguez Zapatero ha vuelto a poner todo el acento en las formas, por lo que su imagen sigue siendo apagada, triste y sin un proyecto claro. Barcelona ha dejado a cada uno en su sitio. Quién lo iba a decir.

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