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Ignacio Villa

Borrachera Bush

El entusiasmo es total y absoluto. El día después de la visita del presidente George W. Bush a España, en La Moncloa se disfruta todavía de algo que, en el entorno del presidente Aznar, se considera como uno de los grandes éxitos en política exterior de la actual legislatura.

Los mismos que viven inmersos en ese entusiasmo consideran que la clave ha estado en la llamada “operación Quintos de Mora”. El ambiente distendido y cordial en un entorno campero –explican– ha roto con la frialdad de la siempre difícil primera vez. Son también los mismos quienes ilustran el éxito diciendo que ha nacido una relación personal importante entre los dos mandatarios y que, por lo tanto, España va a comenzar a tener un papel decisivo en los apoyos exteriores que busca el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

En definitiva, en La Moncloa se vive una auténtica borrachera Bush. Todo ha salido como tenían pensado y, por lo tanto, una bocanada de optimismo aparece por cada esquina...

Pero, en fin, entre tanto entusiasmo hay que pisar también un poco la tierra. La visita del presidente norteamericano en su aspecto formal ha salido bien, eso no hay que negarlo, pero también hay que recordar que aquí no se acaba el mundo. Es necesario volver a la dura realidad del día a día: del IPC que se desboca, de las preguntas en las sesiones de control, de la crisis política y social del País Vasco, del paro, de la justicia y de tantas cosas que conforman la realidad cotidiana de la mayoría de los españoles.

La visita de Bush ha salido bien, de acuerdo, pero la vida sigue y los problemas de los españoles son los mismos. Quizá para algunos sean algo vulgares, pueblerinos o rutinarios, pero esos son los problemas. Nadie se puede olvidar que, al final, son los españoles los que depositan el voto en las urnas. Y a ellos se deben los políticos.

Hay borrachera Bush, sí, pero, por el bien de todos, esperemos que la resaca se pase lo más rápidamente posible.

En España

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