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Ignacio Villa

Bronca de cumpleaños

Muy enfadado, pero que muy enfadado, está José María Aznar por la “faena” que le ha hecho Rodrigo Rato quitándose de la circulación en el proceso sucesorio. El ministro de Economía era el número dos natural, una situación que servía de sombrilla para tapar al resto de aspirantes. Aznar mantenía así el interrogante con la “coartada Rato” y los aspirantes se confundían en un anonimato general más cómodo para no sentirse señalados por el dedo.

Y de repente, sin previo aviso, todo este tenderete se ha venido abajo. Y Aznar está muy enfadado. No ha ocultado su enfado en la intervención ante la Junta Directiva Nacional de su partido en una jornada de aniversario, el primero de la “mayoría absoluta”. Era una celebración llamada a ser festiva, que el propio Aznar ha convertido en una bronca pública a todos los dirigentes de su partido. El presidente del Gobierno se ha puesto serio: hay que trabajar y gobernar. No es momento para especulaciones. Ha lanzado a los suyos un mensaje subterráneo: “si queremos seguir gobernando en el 2004, no vamos por buen camino”.

Aznar está disgustado, y lo está porque se le han roto el paso y los tiempos que tenía previstos para la sucesión. El componente de la duda ha desaparecido. Pero el interrogante no se ha resuelto. Hay por delante dos años –quiéralo o no el presidente del PP– de especulaciones y conjeturas.

El jefe del Ejecutivo también se ha referido a una de las críticas que más le han dolido en los últimos días. Se ha defendido de quienes le acusan de personalismo con otro mensaje, “tranquilos que yo no haré como otros”, en clara referencia a Felipe González. José María Aznar ha tenido que enmendar la plana a más de un ministro: “no estamos en un proyecto personalista”. Una defensa, en público, que indica que lo ocurrido está última semana ha sido un golpe inesperado para el presidente del Gobierno.

En resumen, Aznar está enfadado y no lo oculta. Aprovechando el aniversario de la “mayoría absoluta”, ha intentado meter en vereda a los suyos. El tiempo dirá si lo ha conseguido. Pero la impresión es otra. Se ha roto el “tabú” sucesión. Lo ha roto Rato. Quizá ya nada vuelva a ser como antes. Aznar, si no quiere más especulaciones, tendrá que cambiar la estrategia de la sucesión. El enfado le ha delatado.

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