Menú
Ignacio Villa

Cada cosa en su momento

Con la celebración del Consejo Europeo de Sevilla termina de forma efectiva la Presidencia española de la UE. Seis meses de protagonismo español en Europa nos dejan aciertos, errores, ingenuidades, vanidades, caprichos y novatadas. Pero también le dejan al Ejecutivo el buen sabor de boca de ver cómo la huelga general fracasó, aunque tristemente tengamos que apuntar también la triste marca que deja el terrorismo.

En cuanto a la agenda de la presidencia española, los dos Consejos Europeos (Barcelona y Sevilla) han funcionado correctamente, al igual que la Cumbre de Madrid con los países de Latinoamérica y el Caribe. En cambio, no podemos decir que el Gobierno español se haya dirigido correctamente en el siempre complicado conflicto de Oriente Medio. Nuestro país no ha sabido encontrar el lugar correcto donde dejar su marca y su forma de ver las cosas. El Ejecutivo estuvo muy dubitativo en este aspecto. Una vez más, la política exterior no ha funcionado.

Tampoco ha sido muy afortunada la política informativa del Ejecutivo durante la presidencia. Hubo una escasa coordinación y una nula imaginación para explicar la gestión europea del Gobierno Aznar. En más de una ocasión han sido incapaces de “vender” correctamente los éxitos, mientras que en otros momentos el Gobierno ha intentado “impresionar” a los medios de comunicación españoles con algunas historias secundarias sin apenas repercusión. Más de uno cayó ingenuamente en esas pequeñas trampas mediáticas, pero el balance en este aspecto es muy negativo.

También el Gobierno ha pecado en más de una ocasión de una excesiva búsqueda de protagonismo. Ha intentado vender la piel del oso antes de cazarlo, y eso le ha reportado más de un disgusto. Europa es como es y castiga las vanidades. Por eso cuando se juega con la Unión Europea, generalmente se pagan las consecuencias. Como siempre, la realidad coloca a cada uno en su sitio, y aunque el Gobierno español en el primer tramo de la presidencia comunitaria se dejó llevar por ciertos aires de grandeza, finalmente la vida misma le ha devuelto a la realidad.

Por otra parte, la convocatoria de huelga general provocó un final complicado de presidencia, aunque paradójicamente se convirtió en beneficioso para el Ejecutivo. La Huelga, promovida por los sindicatos y jaleada por el PSOE, fue definitivamente un sonoro fracaso. A nadie le gusta que, en vísperas de una Cumbre Europea, se produzca una amenaza de huelga y la advertencia se cumpla, pero al final el Gobierno ha ganado el pulso y lo que se aparentaba ser una batalla peligrosa se quedó en un empujón de ánimo para su gestión.

La otra cuestión, que ha reaparecido en la recta final de la presidencia, ha sido de nuevo el terrorismo. Después de meses con importantes éxitos policiales, justo en el día de la Cumbre otra vez los salvajes de ETA han intentado hacerse notar del único modo que saben. Pero la tarascada terrorista, pura propaganda para los asesinos, no le restará fuerza a la lucha contra el terrorismo y a la convicción del Gobierno para perseguir a quienes van en contra de la Ley y el orden. Más aún ahora, cuando el apoyo internacional es algo visible en todos los sentidos.

Para bien o para mal, lo cierto es que la huelga y los atentados etarras sirvieron para que el Gobierno vuelva a pisar tierra al final de la presidencia europea. Terminan los seis meses de gloria y ahora toca de nuevo aterrizar en lo de siempre, que realmente es lo importante: en la vida cotidiana y en los problemas de los ciudadanos españoles. Esperemos que, tras el baño mundial, el Ejecutivo entienda que la política domestica es también un asunto muy serio. Cada cosa tiene su momento y ahora “toca” gobernar España.

En Opinión