Menú
Ignacio Villa

Cada uno en su sitio

Cuando faltan algo menos de quince días para la huelga general, el presidente del Gobierno mantiene, en público y en privado, una posición contundente a la hora de plantear la estrategia del Ejecutivo. Aznar ha optado por la nitidez en sus planteamientos y por un claro llamamiento a la responsabilidad. Tiene a su favor dos buenos argumentos: por un lado, estamos ante una huelga política y, por otro, la economía española marcha lo suficientemente bien como para que no haya en el ambiente social una demanda contundente para celebrar una huelga general. Se trata de una correcta estrategia política, porque Aznar está llevando a ese terreno una convocatoria que en sí misma no contiene ninguna reivindicación que justifique la huelga. Aznar –es razonable pensarlo– está actuando con una manifiesta sabiduría política, midiendo bien los tiempos.

Esta estrategia no estaría completa sin un segundo argumento que quizá pese aún más: el objetivo de la reforma del desempleo se va a cumplir con huelga o sin ella. Precisamente esta estrategia empieza a colocar a los sindicatos entre la espada y la pared; especialmente a sus dirigentes. Básicamente viene a insinuar que el problema no es la respuesta del 20-J, sino que el verdadero problema para las organizaciones sindicales surge el día después de la huelga. Su gran examen se producirá cuando vuelvan a la rutina, a los liderazgos dudosos, tras una huelga donde se espera una respuesta pobre y, sobre todo, sin haber alcanzado sus objetivos, ya que a estas alturas está claro que el Gobierno no va a dar marcha atrás y la reforma se mantendrá hasta el final.

Pero a todo esto hay que añadirle que la seguridad del presidente no puede llevar al resto del Gabinete a esconderse detrás de la falta de coordinación. El Ejecutivo deberá rectificar los errores pasados y, en esta ocasión, aunque sea la excepción, tendría que diseñar una posición única, coordinada y efectiva. Porque en estos momentos es muy llamativo que algunos que deberían hablar, permanecen callados; otros que estarían mejor callados, hablan y hablan compulsivamente sobre la huelga ofreciendo un deplorable estado de ansiedad. ¿Cuál es la solución? Pues que cada uno sepa estar en su lugar: ni esconderse detrás del presidente, ni buscar un protagonismo que no les corresponde. (Casi nada)

En Opinión