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Ignacio Villa

Capacidad de reacción

Ha sido en el último momento, pero el acuerdo ha visto la luz y al final eso es lo único importante. Ya tenemos pacto para la reforma de una Ley que es parte de los cimientos del sistema democrático. Ahora no es momento para analizar quién ha cedido más o menos, ni para reprocharle nada a nadie. Ha ganado la democracia y eso es un triunfo de todos. Después de tantos años construyendo un espacio de libertad y de respeto, los demócratas españoles no tenemos a estas alturas nada que demostrar. No hay que pedir permiso a nadie. El sentido común es contundente. A nadie se le ocurre tener al enemigo en casa. Es impensable dejar la puerta abierta para que desde dentro, con bombas y tiros a la nuca, haya quienes puedan destruir los fundamentos mismos de la democracia. La reforma de la Ley de partidos políticos es la reacción propia de quien no quiere la intransigencia, el radicalismo y la barbarie. Así de simple.

Pero sin duda, con la reforma hay dos claros perdedores. En primer lugar y por encima de todo, el terrorismo etarra y la estructura montada desde Batasuna, brazo político de ETA. Pero también esta reforma deja en evidencia a aquellos nacionalistas vascos que últimamente han actuado con cobardía y ambigüedad. Ya no quedan recovecos para aquellos que, desde la duda, ofrecen cobijo al terrorismo y a su entorno. Con esta nueva Ley se proyecta un foco de luz muy potente sobre aquellos que se esconden tras la indefinición. En la lucha contra el terrorismo no hay posiciones intermedias, ni espacios indefinidos. Sólo hay dos orillas y hay que optar por una de las dos opciones. Desde Lizarra, el nacionalismo vasco ha apostado por la complicidad con la orilla del terrorismo. Pero son ellos mismos quienes han caído en esa trampa.

Con el acuerdo entre PP y PSOE, que según parece también contará con el apoyo de catalanes y canarios, se rompe un viejo complejo que hemos padecido en España. Comienza una nueva etapa. Entramos en un periodo de madurez de la mano de una contundente realidad: la democracia española tiene capacidad de reacción. Y eso es una alegría para todos.

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