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Ignacio Villa

Caras largas

En ocasiones, los gestos valen más que mil palabras. Y en la X Cumbre Iberoamericana, las palabras han dejado el protagonismo a las actitudes externas. Panamá no ha sido La Habana. Las imágenes lo desvelan. De la Cumbre del año pasado nos queda aquella maniobra sentimental de Fidel Castro regalando al Rey
Juan Carlos unas antiguas fotografías de sus padres.

En Panamá, la cuestión ha sido muy distinta. El Rey y el presidente del Gobierno han evitado el encuentro bilateral, la entrevista con Castro. Pero también cualquier gesto externo de cordialidad. En la inaguración de la Cumbre, Fidel Castro intervenía, como es preceptivo, por ser el organizador de la última Cumbre Iberoamericana. El Rey y Aznar, en asientos contiguos, no escuchaban. Los rostros serios, graves. La mirada perdida, lejos
del orador. Los brazos encima de la mesa. Terminadas las palabras, ninguno de los dos aplaudió. Ningún amago de cordialidad. Un gesto claro de negativa, de crítica, de protesta por las inexplicables razones de Cuba para no firmar el documento que la Cumbre ha elaborado de condena al terrorismo con una especial
mención a la banda terrorista ETA.

En esta ocasión, las declaraciones no hacían falta. Un gesto de estas características, simultáneo y sin fisuras del Rey y del presidente del Gobierno son más útiles, más certeros, más eficaces que mil palabras y discursos. Es cierto que también hay que ser claros en las manifestaciones. Pero eso ya se supone. Lo difícil en ocasiones es mantener, en momentos protocolarios, un
gesto frio y distante. Esta vez, se ha realizado con acierto. El Rey y Aznar han criticado a Castro. Los rostros de los dos han tenido mucho más valor que muchas declaraciones políticas. Los gestos, en política, son imprescindibles. Los gestos son el
escaparate de la realidad.

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