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Ignacio Villa

Cascos contra Aznar

El nuevo y feroz ataque que ha realizado el ministro de Fomento contra el secretario general del Partido Popular nos coloca ante un problema interno que va más allá de una simple "pataleta" por unos nombramientos. No hay que engañarse, las palabras de Alvarez Cascos contra Arenas se convierten en un furibundo ataque contra el mísmisimo José María Aznar, pues suyos son los recientes cambios en el Gobierno.

Hasta ahora, las críticas de Cascos contra Arenas por las encuestas y las nominaciones de candidatos iban dirigidas hacia el funcionamiento interno del Partido Popular. Pero ahora, con lo dicho sobre el nombramiento de Javier Arenas como ministro de Administraciones Públicas y su continuidad como secretario general del PP, Alvarez Cascos ha arremetido directamente contra José María Aznar. Nadie puede ignorar que quien el permite esa compatibilización de cargos es el presidente del Ejecutivo.

Con las críticas que hizo Cascos hace ya tres semanas, se abría un portillo a un viejo y olvidado estilo de la derecha española: airear los problemas internos en los pasillos. Pero ahora va mucho más allá: estas críticas, reincidentes y con micrófonos, entran en el capítulo de la disciplina interna del partido.

Si se quiere neutralizar desde dentro la situación creada por Cascos, será necesaria una intervención inmediata del presidente del Gobierno. No se trata de dar consejos a nadie, pero la historia tiene suficiente "mala pinta" como para tomar cartas en el asunto. No parece suficiente dejar pasar los días e intentar enfriar la polémica. Aznar debería coger este toro por los cuernos, e intentar calmar unas aguas que están revueltas.

Con todo, las polémicas que ha puesto encima de la mesa el ministro de Fomento están abriendo en el Partido un frente que llevaba cerrado mucho tiempo: que cada uno pueda decir lo que piense dentro o fuera de los organos del PP. Es evidente que el ambiente interno y externo entre los populares se calienta de forma considerable, en visperas de la sucesión. El año 2003, crucial para el futuro del PP, debería ser lo más tranquilo posible, por su propio bien. Si ya de por sí, la elección de sucesor no va estar exenta de tensiones internas, con este "calentamiento" las cosas se complican. Y quizá lo más importante es que Cascos no está solo. Hay más militantes y dirigentes que piensan lo mismo y que no se atreven a manifestarlo en público. En definitiva, no están de acuerdo con el modo y maneras del presidente Aznar para resolver la última remodelación de Gobierno.

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