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Ignacio Villa

Cerrado para siempre

El Gobierno vasco ha cumplido finalmente lo indicado por el juez Baltasar Garzón, acabando así con unas horas de incertidumbre sobre la respuesta final de la Consejería de Interior del Gobierno vasco a la hora de poner en práctica el auto. Así pues, el Ejecutivo de Vitoria ha aceptado, como ya habían anunciado, los principios de la legalidad vigente. Esta actitud, que supone una buena noticia para todos, deberá tener una continuidad en el tiempo. Son muchas las medidas adoptadas por Garzón para suspender la actividad política de Batasuna que deberán ejecutarse en los próximos días. Quizá el gesto más impactante, el de mayor contenido mediático, es el cierre con precinto incluido de las sedes de Batasuna. Un cerrojazo que se deberá mantener y que tiene un significado mucho mayor del que pueda parecer.

En efecto, el primer resultado es que Batasuna se ha quedado en la calle. Es más, a la espera de la ilegalización, el brazo político de ETA no puede desarrollar actividad política alguna. Sus diputados regionales, forales y concejales se quedan sin siglas de referencia. Se cierra el grifo de las ayudas oficiales a grupos parlamentarios o municipales. Se remueven sus cuentas corrientes. Se cierra todo tipo de locales encubiertos en los que los batasunos diseñaban su perversa actividad de complicidad con el terrorismo. En definitiva, Batasuna desaparece como engaño político. Garzón le ha echado el cerrojazo temporal. Además, esta medida será reforzada definitivamente cuando la ilegalización sea una realidad. La sucesión de los acontecimientos durante las últimas semanas está demostrando que las dos vías emprendidas para cercar a Batasuna son complementarias. De esa circunstancia surge una mayor eficacia y, por ende, una gran contundencia en los resultados. Aquí no percibimos protagonismos por parte de nadie. En este caso, los tres poderes, guardando escrupulosamente la independencia entre sí, están trabajando en la misma dirección.

Lo cierto es que, cerradas las sedes de Batasuna, suspendida toda actividad del brazo político de ETA, lo que no es fácil de entender y tiene una difícil explicación es la actitud del nacionalismo vasco. El PNV se ha quedado en tierra de nadie. Lejos de sumarse a los partidos que están de acuerdo en defenderse de los enemigos de la democracia, se han refugiado en los brazos de Batasuna. Pero han sido precisamente los batasunos, cuando el Gobierno vasco ha ejecutado el auto de Garzón, los que han arremetido contra los nacionalistas vascos. El tiempo está confirmando que la doble estrategia y el doble lenguaje del nacionalismo está conduciendo al PNV y a Eusko Alkartasuna a una encrucijada de difícil salida. El último ejemplo es el anuncio del portavoz, Josu Jon Imaz, que ha dicho que el Gobierno vasco da por rota la colaboración con el resto de partidos vascos –léase de carácter nacional, como PP y PSE– en la lucha contra el terrorismo. Alguien nos podría explicar las razones de esta pataleta. Como siempre, el nacionalismo vasco reacciona con unas respuestas en las que salen perdiendo los ciudadanos vascos, mientras que el terrorismo y su entorno se refuerzan como si fueran los "buenos de la película". Una vez más, un auténtico desaguisado.

En estos momentos, el nacionalismo vasco se han quedado en la soledad producto de su egoísmo político. Una soledad de tremendos efectos y de incierto tratamiento que ellos mismos se empeñan en que sea irremediable.

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