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Ignacio Villa

Cislate

Lo que esta ocurriendo no era necesario. Los resultados pueden ser buenos o malos para el Partido Popular, los resultados se pueden maquillar con más o menos disimulo, incluso se puede jugar con las estadísticas. No sería la primera vez que se hace, ni con este Ejecutivo ni con el anterior. Pero estas cosas hay que llevarlas a cabo con más elegancia. Hay que guardar las formas y no dar argumentos por un lado a los nacionalistas, y por otro al amplio núcleo socialista que se resiste, a pesar de las evidencias, a apostar por un Gobierno de coalición con el PP en el País Vasco.

No hay que ser un lince, para caer en la cuenta de que toda estrategia está diseñada y orquestada desde Moncloa. Pero la cadena de transmisión, en este caso, ha fallado estrepitosamente. Si hay que poner nombre y apellidos a este desaguisado hay que fijarse en el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, que ha vuelto a cometer alguna que otra indiscreción. No es la primera vez y no sabemos si será la última. Jorge Fernández Díaz hace algunas semanas reconocía que el CIS no iba a llegar “a tiempo” por motivos interesados. Descubierta la trampa se acabó el “paripé”. Ya han podido después, ministro tras ministro, intentar remediar el desliz. Todo ha resultado poco creíble.

Muchos dicen que la encuesta es muy buena para el PP y no quieren crear ambiente de euforia. Otros hablan de resultados peores de los esperados para los populares. Sea verdad cualquiera de los dos supuestos, la manera de hacer las cosas no ha sido la adecuada. Han conseguido que todos hablemos más de la cuenta de una encuesta, que como mucho puede ser una aproximación a la realidad. Estamos, sin duda, ante un nuevo dislate del Gobierno, que bien se podía haber evitado.

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