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Ignacio Villa

Cohesión, aznarismo y etiquetas

No puede sorprenderle a nadie lo que está ocurriendo. Era evidente. Antes o después tenía que aflorar una cierta inquietud sobre el futuro del Partido Popular. Lejos de callar, el ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, ha hablado otra vez. Afirma que los que le hacen daño al partido son aquellos que divulgan encuestas electorales, porque le dan ventaja al contrincante político. El que fuera secretario general del PP no parece dispuesto a plegar velas y, aunque Javier Arenas ha intentado quitarle hierro al asunto, Álvarez Cascos mantiene lo dicho.

Pudiera parecer que los estudios sobre intención de voto son la razón de la polémica, pero eso sólo es la excusa que ha servido para que salga a la superficie la ansiedad y el nerviosismo que tienen muchos militantes y algunos dirigentes cualificados del PP. Con la retirada de Aznar se acaba una época en el PP, y eso provoca desasosiego. Es una reacción humana, pero también previsible. Así pues, no debería asombrar a la dirección del PP, sino que más bien debería llevarles a pensar que hay que hacer algunos cambios para impedir que aumente el malestar interno.

Muchos dicen que el presidente Aznar tiene sus “tiempos políticos” y que son “intocables”. Pero supongo que los mismos que defienden esa tesis, deberían reconocer también que, al menos en alguna ocasión, pueden estar equivocados por no prever las reacciones de los demás. Muchos de los militantes y dirigentes de la llamada “vieja guardia” del PP, pero también otros más jóvenes de formación “aznarista”, opinan como Cascos, pero no se atreven a hacerlo público por miedo a desaparecer del mapa. Todos ellos, sin embargo, creen que la disciplina en política debe ser inteligente y que el “ordeno y mando” ya es cosa de otra época.

Hay muchos “populares”, y cada vez son más, que reconocen que el año próximo, con las elecciones municipales y autonómicas y con la elección del sucesor, será un tiempo clave para el PP. Creen que no es suficiente acertar con el nombre del sucesor, sino que hay que hacer bien las cosas para que la cohesión interna se salvaguarde y no resuciten las viejas etiquetas. Ahí esta el verdadero problema. Se trata de saber en qué medida las declaraciones de Cascos pueden romper la cohesión interna del partido abriendo la puerta a las críticas desde dentro. Hasta ahora, todos son fielmente "aznaristas", pero el interrogante estriba en saber qué pasará cuando Aznar se vaya.

Mientras ocurre todo esto, el presidente del Gobierno está en las Montañas Rocosas reunido con los grandes del mundo. Cuando vuelva este fin de semana, deberá bajar de nuevo a la tierra y solucionar este “problemilla”, quizá pequeño si miramos su agenda internacional, pero ciertamente importante para el futuro de su partido. A estas horas sólo nos preguntamos una cosa: ¿qué pasara el próximo lunes en la tradicional reunión de “maitines” con todos los protagonistas de la polémica presentes? El martes lo sabremos.

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