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Ignacio Villa

Con estos amigos...

La actitud de Italia en el Consejo de Ministros de Justicia e Interior de la Unión Europea celebrado en Bruselas no puede sorprender a nadie. ¿Qué se puede esperar del primer ministro Berlusconi? ¿Quién ha aspirado, en alguna ocasión, a que Berlusconi actúe pensando en el bien común? ¿Alguién se ha podido olvidar de las cuentas pendientes que todavía tiene con la justicia el jefe del gobierno italiano?

Lo que ha ocurrido en Bruselas tiene toda la pinta de ser el principio de una turbulenta y complicada relación entre España e Italia, como ya hemos venido percibiendo desde hace unos meses. No parece casual la colección de malos gestos del gobierno italiano hacia el español, personalizados en actuaciones del propio Berlusconi hacia el presidente Aznar.

En este caso, no podemos decir otra cosa, el Gobierno y el PP han pecado de ingenuos al pensar que Don Silvio Berlusconi se podría convertir en un buen aliado europeo. Nada más lejos de la realidad. José María Aznar le abrió de par en par las puertas de Partido Popular Europeo. Pues bien, le ha faltado tiempo a Berlusconi para empezar a maniobrar para conseguir el liderazgo del PPE, pensando en las elecciones europeas del 2004. A esto hay que añadir el desplante que Berlusconi ha dado hace unas semanas a Aznar, al no acudir a México a la elección del presidente del gobierno español como nuevo presidente de la Internacional Demócrata de Centro. Sin olvidarnos de la negativa de Berlusconi para cenar con Aznar, el pasado mes de septiembre, en la localidad italiana de Como, durante la sesión del Foro Ambrosetti. En fin, un auténtico rosario de "feos" italianos que no tienen excusa, y que son una muestra clara de lo que está ocurriendo.

De todas formas, el Gobierno español sigue intentado quitar importancia a los desplantes. En la reciente cumbre hispano-italiana de Granada, desde el "oficialismo" se intentó vender el mensaje de la buena sintonía, de los abrazos y de los apretones de manos.Todo pura apariencia.

Berlusconi está a lo suyo, y no entiende de luchas contra el terrorismo, ni de frentes comunes. El primer ministro italiano tiene una preocupación y un objetivo. La preocupación es su larga y tortuosa relación con la justicia, de la que todavía quedan algunas ramificaciones no controladas como el caso "Telecinco" en España, y no está dispuesto a dejar un portón abierto que le pueda provocar problemas en el futuro. El objetivo es convertirse en el líder de la derecha europea, un objetivo desde luego complicado por muchos motivos. Pero no estaría de más que en Moncloa fueran plenamente conscientes de que Berlusconi no es amigo. Sencillamente es competidor y por lo tanto es mejor no contar con él.

Después de lo ocurrido en Bruselas, y a la espera del Consejo Europeo de Laeken del próximo fin de semana, lo único cierto es que Berlusconi está en su guerra. Y pensar que está en la misma barca es seguir navegando por el "quinto cielo". Berlusconi no es de "los nuestros", digan lo que digan. Y es que con estos amigos, no hacen falta enemigos.

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