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Ignacio Villa

Daños colaterales

La crisis surgida por el escándalo Gescartera está siendo mal gestionada por el Partido Popular y por el Gobierno. Desde que saliera a la luz el primer gran escándalo de corrupción de un gobierno del PP, lejos de afrontar la realidad, han intentado eludirla. De momento, con esa estrategia han obtenido malos resultados, que, con el paso de las semanas, pueden llegar a ser desastrosos. Primero fue la sorpresa; más tarde vino el desprecio; después, una aparente reacción; y por último, el desconcierto.

Cuando se conoció, antes del verano, la existencia de un chiringuito financiero, desde el Gobierno y desde el PP se observó la crisis con sorpresa, como si la corrupción fuera asunto de otra galaxia. Entonces tuvimos que oír que todo aquello era un montaje mediático que nada tenía que ver con la realidad.

De la sorpresa se pasó al desprecio. Era el propio José María Aznar quien consideraba insignificante lo de Gescartera. Y pretendían hacer creer que era una estafa más, una estafa de unos pocos. Era cuando el PP negaba una comisión de investigación.

En estas estaban cuando dimitió Enrique Giménez-Reyna. Se acabaron los argumentos, y pocos días después oíamos el “caiga quien caiga” del presidente Aznar. En aquel momento pareció que reaccionaban aceptando la comisión de investigación y prometiendo claridad. Pero fue sólo un espejismo.

La aparición del dietario de Pilar Giménez-Reyna, cuyas consecuencias fueron la dimisión de Pilar Valiente y la imputación de Enrique Giménez-Reyna, han situado al PP en el más absoluto de los desconciertos. A esto hay que añadir la actitud de José María Aznar, que se ha lavado las manos y se ha desentendido, provocando más desconcierto, si cabe, entre los suyos.

Es evidente que el escándalo Gescartera es grave, muy grave. Pero ha sido el propio gobierno quien ha sido incapaz de amortiguar esa gravedad, con todos los medios que tiene a su alcance. El ejecutivo, y también el PP, han estado torpes. Han intentado demorar la crisis interponiendo muros de contención que han ido cayendo. Ahora, tres meses después, el Gobierno se ha quedado solo ante el peligro.

Y es que criticar la corrupción no es suficiente. Hay que preparar mecanismos de reacción para conseguir que los daños colaterales sean los mínimos. Pero el Gobierno de José María Aznar no ha sabido hacerlo. Se han olvidado de que, en este tipo de escándalos, lo difícil no es apuntar al culpable. Lo más complicado es que el culpable o culpables no se lleven a nadie por delante, y en el caso Gescartera todavía no se ha llegado al final. La mala gestión de la crisis por parte de Gobierno se traducirá, antes o después, en una lista mayor de afectados. ¡Tiempo al tiempo!

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