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Ignacio Villa

De cara a la galería

El anuncio, inesperado, de Alberto Ruiz Gallardón de retirar el recargo sobre el IBI de las viviendas vacías tiene varias lecturas políticas que ahora analizaremos; pero lo que está claro es que la "polémica Gallardón" no está, ni mucho menos, cerrada por el momento.
 
Para empezar, hay que dejar constancia de que no es habitual; es más, no tiene precedente, que el actual Alcalde madrileño rectifique en público sobre una decisión política propia. Ni los más viejos del lugar recuerdan que Gallardón, un político engreído como pocos, haya dado su brazo a torcer ante la ciudadanía. Esta vez ha ocurrido y eso no puede pasar desapercibido en el análisis político. Gallardón ha rectificado y además lo ha hecho con cara de pocos amigos. Pero esta rectificación tiene una segunda parte, y es que el edil madrileño sólo ha cambiado su estrategia en una pequeña parte de lo que hace referencia a la política impositiva del nuevo Ayuntamiento. Por lo tanto, ver a Gallardón decir que rectifica tiene un valor político desconocido, pero es una rectificación con trampa. Cambia, pero poco y con reparos. Lo cierto, es que el núcleo central de los anuncios fiscales de Gallardón que van en contra del programa del Partido Popular siguen intocables.
 
En todo caso, la gran cuestión pendiente, la pregunta del millón, es saber qué le pidió Mariano Rajoy en esa conversación del fin de semana que hizo cambiar al Alcalde. ¿Rajoy le pidió sólo un gesto de obediencia o le pidió que retirara toda su plan de subida de impuestos? Esa es la gran duda que definiría el fondo de la cuestión. La rectificación de Gallardón, ¿ha sido algo pactado por los dos, o ha sido el mal menor de una desobediencia consciente? Son preguntas que están todavía sin resolver y que aclararían muchas cosas que son imprescindibles para entender una historia política que afecta a dos conceptos básicos: el liderazgo y la desobediencia.
 
Lo que está claro es que la "polémica Gallardón" es una carga de profundidad con más trascendencia de lo que se ha querido hacer creer. Es evidente que si este enfrentamiento continuaba en el tiempo iba a ser perjudicial para el liderazgo de Rajoy y para la reputación interna de Gallardón. Con esta rectificación "leve" se ha intentado "parar el golpe". Por un lado, Rajoy aparece como capaz de meter en cintura a Gallardón, y por otro el Alcalde reaparece con una cierta imagen de docilidad. Estamos pues ante un arreglo de las dos partes. El tiempo dirá si es suficiente o insuficiente. Lo que ha quedado claro es que esta "polémica" no era una tontería. Los días dirán en qué queda. Pero yo, desde luego, no aconsejaría a los afectados que se quedarán contentos. Todavía hay tela que cortar.

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