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Ignacio Villa

De la caza de brujas a la rendición

Con la destitución política de Eduardo Fungairiño comienza la reconversión del poder judicial en un brazo dócil del propio gobierno.

La primera de febrero ha sido una semana para olvidar en la lucha contra el terrorismo. Rodríguez Zapatero mantiene un ritmo inflexible en su derribo de todos los resortes que se habían establecido durante años en la lucha contra el terrorismo; mecanismos construidos desde el Estado de derecho y que este gobierno está desactivando paso a paso.

Primero fue el discurso político. El gobierno ha enterrado todo mensaje que pueda alimentar políticamente la lucha contra el terrorismo; ha destruido toda implicación del ejecutivo en el respaldo hacia los ciudadanos; ha cortado todo apoyo moral a las víctimas del terrorismo. El ministro del Interior se ha convertido en un responsable técnico que se limita a dar los datos y las cifras de las detenciones y las operaciones; Alonso se ha convertido en un ministro triste, gris y plano. Pero, quizá lo más llamativo, lo más espeluznante es lo del presidente del Gobierno. No se recuerda cuando fue la última vez en la que Rodríguez Zapatero condenó una bomba de la banda terrorista ETA;  es más, no se recuerda al Jefe del Ejecutivo hablar públicamente de lucha contra el terrorismo.

Ahora le toca el turno a todo el aparato judicial. Con la destitución política de Eduardo Fungairiño  comienza la reconversión del poder judicial en un brazo dócil del propio gobierno. Y, sin duda, el encargado para ello es el Fiscal General del Estado. Fungairiño es el inicio de la persecución, de la caza de brujas en el mundo judicial de todos aquellos que simplemente quieren que desde la Justicia se mantenga con buen tono la lucha contra el terrorismo. Zapatero no acepta opiniones distintas a su estrategia de acercamiento descarado al entorno terrorista; es más, está dispuesto a desmontar lo que haga falta para que nadie pueda estorbar sus planes.

Los planes de Zapatero pasan por estar a la defensiva frente a la banda terrorista ETA, se acompañan con una política de cesión a las exigencias de los etarras y se completan con una actitud perdedora frente a los que han utilizado el coche bomba como único vocabulario posible. Quizá la escenificación de todo ello se ha podido ver este viernes en la Audiencia Nacional, donde acudía el proetarra Otegui por algunas de las muchas causas que tiene abiertas. El batasuno ha llegado rodeado de matones y con una mirada de superioridad que sobrecogía. Esa actitud de altanería que en estos momentos se vive en la banda terrorista y en todo su entorno es fruto de la estrategia perversa y cobarde de Zapatero. El terrorismo etarra vivía sus últimos estertores y Zapatero les ha dado una cancha y un protagonismo inexplicable en un demócrata. El presidente ha colocado a España en retirada, y eso no es de recibo. El mero recuerdo de las víctimas del terrorismo convierten esta estrategia del Gobierno en una actitud cobarde y sencillamente deplorable.

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