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Ignacio Villa

El AVE se traga a Zapatero

Que nadie se olvide que el Partido Socialista nunca podría ganar las elecciones generales si Cataluña le da la espalda. Y por lo que se ve, Zapatero ha empezado a perder las próximas elecciones precisamente ahí

Esta semana va a ser crítica para el presidente del Gobierno. Rodríguez Zapatero tendrá que acudir el próximo miércoles al Congreso de los Diputados para informar sobre el desastre en la gestión de las obras de las nuevas infraestructuras en Cataluña. Pocas horas después, por cierto, de que conozcamos la sentencia del primer juicio sobre los atentados del 11 de marzo.

Zapatero llegará el miércoles al Congreso con una de las mayores crisis de su gestión en esta legislatura. Y es que, efectivamente, es evidente que los socavones del AVE se han tragado al presidente del Gobierno con todas las de la ley. Primero porque la culpa es del propio Zapatero, que el pasado mes de agosto se comprometió a que el AVE llegara a Málaga, a Valladolid y a Barcelona en unas fechas determinadas. Por lo pronto, lo de la Ciudad Condal se ha confirmado como un sueño imposible. No sólo porque ya está claro que las obras no se van a terminar en la fecha prometida; es que, además, lo que ya se había construido se les ha comenzado a caer a trozos entre socavones y más socavones.

El presidente del Gobierno se ha sentido "pillado" en su propia prepotencia. Ha estado agazapado mientras Barcelona ha estado bloqueada -por el momento- durante una semana sin trenes de cercanías; el Gobierno ha ofrecido una imagen dubitativa con la empresa que está ejecutando las obras; la ministra Álvarez en esa típica estrategia demagógica ha cargado contra el Partido Popular; y para cerrar el cúmulo de despropósitos Zapatero ha viajado a la Ciudad Condal por sorpresa este domingo para poder tener una imagen en los Telediarios en una reacción repleta de desesperación.

Al final la impresión que nos está quedando del caos del AVE de Barcelona es que estamos ante un Ejecutivo en fase terminal, incapaz de gestionar los asuntos cotidianos. Zapatero se niega a cesar a la ministra de Fomento, entre otras cosas porque un cese en estos momentos significaría el reconocimiento de una gestión calamitosa y eliminaría un cómodo parachoques. El presidente, este domingo, ha recurrido a una de sus viejas estrategias: el golpe de efecto. Ha acudido a Barcelona por sorpresa, a primera hora de la mañana, buscando una imagen en la que diese la impresión de que se ha puesto al timón de la gestión de la crisis. Pero a estas alturas de la película estas conocidas artimañas ya no se las cree nadie.

Zapatero se ha subido a un barco que se está hundiendo a intentar achicar toda el agua que pueda. Sabe que la ministra Álvarez ya es un cadáver político sin posible salvación; por lo que el presidente del Gobierno ha adoptado una posición de riesgo que sólo se pone en marcha cuando se es consciente de la gravedad de lo que está ocurriendo. Rodríguez Zapatero sabe que la crisis de las infraestructuras en Cataluña es de una gravedad tal que pone a su Gobierno en peligro. Con su viaje relámpago a Barcelona no ha hecho otra cosa que reconocerlo. Y es que lo que iba a ser una de las principales medallas a colgarse al final de la legislatura se está convirtiendo en un gran socavón político que puede tragárselo antes de tiempo.

Habrá que ver qué sucede el miércoles, en esa comparecencia programada para pasar desapercibida, justo antes de un largo puente. Pero aún así la comparecencia del presidente del Gobierno en el Congreso se va a convertir en la escenificación dramática de un gabinete sin recursos, de un presidente incapaz y de una ministra inútil hasta la náusea. Y que nadie se olvide que el Partido Socialista nunca podría ganar las elecciones generales si Cataluña le da la espalda. Y por lo que se ve, Zapatero ha empezado a perder las próximas elecciones precisamente ahí, gracias a sus errores y a su empecinamiento.

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