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Ignacio Villa

El azucarillo se disuelve

Como si de un azucarillo se tratara, los principios y valores que siempre ha defendido el PP se disuelven en el agua de la cobardía y las dudas sobre cómo afrontar la labor de oposición.

Era imposible pensar que dos meses después de las elecciones generales la crisis del Partido Popular iba a llegar a este extremo. Según pasan las semanas van desertando políticos importantes, de mucho peso en el PP, mientras saltan a la luz pública una serie de turbulencias que dejan claro que no se trata de un mero problema de nombres; ni siquiera de orientaciones ideológicas. El déficit que tiene el Partido Popular es de liderazgo, sin el cual toda formación política termina entrando en barrena.

La decisión de María San Gil de no firmar la ponencia política del congreso de Valencia ha dejado en evidencia a Mariano Rajoy y a todo el aparato de la calle Génova con el que el presidente del PP ha decidido rodearse. Unos políticos acomplejados, ambiguos, frívolos y con demasiadas ganas de mimetizarse con el entorno. Como si de un azucarillo se tratara, los principios y valores que siempre ha defendido el PP se disuelven en el agua de la cobardía y las dudas sobre cómo afrontar la labor de oposición.

La manera que ha tenido María San Gil de apartarse de forma pública del apaño que se está cocinando en Génova ha puesto patas arriba el aparato del partido, más pendiente del objetivo inmediato de reforzar a Mariano Rajoy en el cargo que de cimentar seriamente una alternativa de Gobierno dentro de cuatro años. Estamos ante la crisis más seria que ha vivido nunca el Partido Popular y el horizonte inmediato no puede presentarse más negro. No estamos ya ante un problema de listas y de nombres, sino ante algo más esencial: la redefinición del núcleo mismo del PP, el abandono del modelo de Estado y el modelo de sociedad que forman parte de su esencia más íntima.

¿Qué puede pasar ahora? Lo cierto es que resulta impredecible. Hace una semana nos preguntábamos si Ángel Acebes sería el último en dejar claras sus desavenencias con Mariano Rajoy y siete días después ya hemos visto que esa lista no se ha cerrado. Sería como poco atrevido pronosticar que María San Gil va a ser la última incorporación a la misma. La actitud de la líder del PP vasco, además de valiente, supone toda una demostración de lo complicado que lo tiene Rajoy, dada su incapacidad para fortalecer su liderazgo interno. Lo que parece claro es que un congreso en las circunstancias actuales dejará al presidente del PP muy tocado, sin recursos ni capacidad de reacción. Pero la responsabilidad será toda suya; Rajoy está como está por sus inexplicables cálculos.

Dejarse llevar ahora, como está haciendo Mariano Rajoy, lo coloca en una posición indefendible. No puede acurrucarse en su despacho hasta Valencia sin dar explicaciones ni defender sus posturas, pero por el momento da la impresión de que esa es precisamente su intención. Con su actitud está dejando abierta la posibilidad de que se presente otra candidatura alternativa, solvente y con posibilidades, que no necesitaría otra cosa para alimentarse que la labor de Rajoy y su equipo.

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