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Ignacio Villa

El coche oficial como razón de ser

¡Ya está visto que los políticos no escarmientan! Acaban de ver cómo en las Islas Baleares todos los partidos políticos que han formado gobierno en el llamado "pacto de progreso" se han quedado con un palmo de narices ante la inesperada mayoría absoluta del Partido Popular; acaban de ver como el PSOE pierde de forma estrepitosa una Presidencia autonómica por la falta de seriedad a la hora de interpretar los resultados. Pero no les importa en absoluto, ellos siguen en sus trece. El último y lamentable ejemplo lo tenemos en Cantabria.

Miguel Ángel Revilla, líder de los regionalistas cántabros, ha visto la puerta abierta y no se lo ha pensado dos veces. No le importa ser la tercera fuerza política, conocer perfectamente los mecanismos políticos de la Comunidad Autónoma –puesto que han formado parte del Ejecutivo regional– y ver en cabeza ajena lo que ha pasado en otras Comunidades a quien juega con el voto ciudadano. No ha dudado y se ha cambiado de barca; eso sí, a cambio será el nuevo Presidente Autonómico. Qué raro, ¿verdad? Un cambio para sacar una simple buena contrapartida, una contrapartida personal y política.

No hay que ser un fino analista, ni un profundo conocedor de la política, para darse cuenta antes de que se cometa esta barbaridad, anunciada en Cantabria, que el resultado final será desastroso. No hay que esperar más que cuatro años para que las urnas dicten como siempre su sabia sentencia. Ha pasado en las Islas Baleares, ha pasado en Asturias con Sergio Marques –que salió huyendo del PP–, ha pasado con Unidad Alavesa al desmarcarse de los populares de Álava y ha pasado en decenas de Ayuntamientos por media España donde pactos oportunistas y personalistas firmados para salir en la foto, hace cuatro años, no han pasado inadvertidos a los votantes en las recientes elecciones del 25 de mayo.

Nadie pone en duda la sagrada norma de la democracia que indica que las sumas de escaños dan una mayoría para gobernar. ¡Faltaría más! Lo que sigue produciendo asombro, y ojalá que nunca nos acostumbremos, es que en la búsqueda obsesiva del coche oficial, del honor personal y de la vanidad pública se tritura la confianza depositada por los ciudadanos. Si las sumas salen, la investidura es válida. De acuerdo. Pero los políticos tienen la obligación de interpretar los resultados desde la frialdad de los datos. Si se equivocan, los ciudadanos, son sabios como nadie, y toman siempre muy buena nota de los desmanes.

Desde ahora, Revilla tendrá en su tarjeta de visita el título de Presidente, el PSOE con Lola Gorostiaga a la cabeza, desembarcará a lo grande en el Gobierno autonómico, desde ahora unos y otros tienen por delante cuatro años de poder y presupuesto público. Luego llegará el desencanto, la inoperancia y la incoherencia. Y el PP, no lo duden, conseguirá la mayoría absoluta en el 2007 gracias a los deméritos ajenos.

¿Como se podrán casar dos programas electorales tan diferentes como el del PRC y el del PSOE? ¿Cómo se pueden entender un partido regionalista de derechas y los socialistas?. Pues muy sencillo, cuando se mercadea con la política, cuando se utiliza el poder para cambiar cromos, cuando se aprovecha un exiguo resultado electoral para quedar inmortalizado en la galería de retratos, se hace cualquier cosa para entenderse con quién sea. No hay más vueltas que dar al asunto: cuando el coche oficial se convierte en la principal razón de ser del político que se precie, estamos pinchando en hueso. Y en Cantabria, como en Baleares, la historia se repite.

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