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Ignacio Villa

El espejismo del atajo

Una semana después de las elecciones municipales y autonómicas, el PSOE sigue en sus trece: insisten en que el 25-M les ha dejado una buena cosecha electoral y que su estrategia ha obtenido los resultados esperados. Así pues, a siete días vista de los comicios, los socialistas siguen tropezando en la misma piedra, sin reconocer una realidad que no ofrece matices. El PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero ha fracasado en las elecciones al no alcanzar las expectativas, que ellos mismos habían creado, de victoria y cambio –decían– en las preferencias de los ciudadanos. Zapatero no solo no ha conseguido lo que quería, sino que, donde el PSOE ha obtenido buenos resultados, los candidatos socialistas se han desmarcado abiertamente de las directrices dictadas desde la calle Ferraz.

Los resultados electorales del 25 de mayo son los que son. Si el Partido Socialista no es capaz de hacer un análisis objetivo y realista de lo que ha ocurrido, la historia se volverá a repetir dentro de unos meses en las elecciones generales. Zapatero tiene que hacer un profundo examen de lo que ha pasado, no dejarse llevar por los cantos de sirena y por las orquestas sinfónicas que suenen a su alrededor, y acometer los cambios que tenga que hacer. Y esos cambios previsibles deberían tener tres grandes capítulos si el PSOE quiere aspirar seriamente a llegar a La Moncloa: renovar los equipos, rehacer un programa electoral creíble y dejar de lado a Izquierda Unida.

A día de hoy, cabe decir con claridad que, además, Rodríguez Zapatero no ha estado a la altura de las circunstancias en las ultimas elecciones. No ha dado la medida de líder y no ha ofrecido el fuste de alguien que aspira a ser presidente del Gobierno. Pero también es cierto que su gran examen será en la primavera del año próximo y entonces ya no habrá margen para la duda, ni juegos florales posibles. Entonces se la jugará de verdad. Por lo tanto, el secretario general del PSOE tiene exactamente nueve meses de calendario para abordar los cambios que necesita con premura para ponerse a la altura de las circunstancias.

Con el equipo que tiene, Zapatero no llega ni a la esquina de la calle Ferraz. Se trata de un grupo voluntarioso, pero poco competente, al que se le va la fuerza por la boca, que carece de estrategias a medio plazo, son sectarios de puertas adentro, no tienen una visión general de la situación política y, lo que es peor, se dedican a adular al jefe cuando se les pone a tiro la ocasión. Así pues, y sólo para empezar, Zapatero necesita fabricarse un equipo que venda credibilidad, estabilidad y seriedad. O lo que es lo mismo: menos frases hechas y más consistencia política, mas claridad de ideas y menos peloteo. Zapatero, además, necesita abordar ese cambio con carácter y con urgencia porque, si al final no se atreve, que no se monte películas: cualquier líder que se precie necesita tras de sí un buen equipo de apoyo y, si prefiere seguir como está, los resultados confirmaran la equivocación.

Zapatero también necesita un nuevo programa. Mejor dicho, necesita un programa que diga algo, que proponga iniciativas, que marque pautas políticas y que defina con claridad una estrategia. Las últimas elecciones municipales y autonómicas han demostrado que el ciudadano no quiere palabras bonitas ni apuestas sentimentales. La sociedad española quiere propuestas claras, que se puedan cumplir y que no atenten contra la estabilidad política ni económica. Además, Zapatero debería articular, de una vez por todas, un discurso nítido y unitario sobre la construcción autonómica de España. Sin autoridad dentro del PSOE –véase Elorza y Maragall, por ejemplo– es difícil que sepa mantener una autoridad en todo el Estado. Y sin un modelo de Estado definido es imposible llegar a La Moncloa.

Por último, uno de los errores mas graves que ha cometido el secretario general de los socialistas en la campaña electoral ha sido su coqueteo político con Izquierda Unida. El PSOE, con esa aproximación, está evidenciando sus debilidades y sus complejos. Un Partido Socialista que aspira a gobernar necesita ofrecer una imagen mas centrada, sin ayudas de Llamazares y sin hipotecas trasnochadas. Zapatero, desde la izquierda, podría hacer una oferta alternativa, pero sin apoyos laterales, sin falsas ayudas que nunca podrán conformar una mayoría real y que, además, no dan credibilidad a su proyecto si tiene la necesidad de formar una coalición y se atreve a sentar en el Consejo de Ministros a alguien de IU.

Con todo, llegamos a una conclusión casi evidente: Zapatero se ha precipitado. El secretario general del PSOE, que desde hace meses esta azuzando las calles con el Prestige y la guerra de Irak, se ha creído que el jolgorio de las pancartas era la antesala de las urnas, y se ha equivocado. Aconsejado por los pelotas de turno y deslumbrado por una aparente rebelión ciudadana, Rodríguez Zapatero se creyó que podía cambiar de hora el reloj, pensó que estaba todo hecho y se equivoco de cabo a rabo. Si el secretario general del PSOE sigue insistiendo –como viene haciendo casi de forma infantil– en que los socialistas han ganado el 25 de mayo, es capaz de cerrarse las puertas del futuro. Lo inteligente sería aceptar que se han equivocado, que no han calculado bien los tiempos, que se han dejado embaucar por la calle, que se han pasado de frenada y que su proyecto no estaba maduro.

Si Zapatero acepta la realidad tendrá otra oportunidad. Si no cambia, lo echara todo a perder. Esa es su verdadera responsabilidad.

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