Menú
Ignacio Villa

El final de una época

El nacionalismo catalán no lo está pasando bien. La crisis interna que vive Convergencia i Unió desde hace meses, con la sucesión de Pujol encima de la mesa, ha entrado ya en un terreno peligroso. Con la dimisión como consejero de Duran i Lleida, las relaciones entre las dos formaciones de la coalición afrontan uno de sus momentos más delicados.

No estamos ante una mera rabietilla, no es un pataleo. Es la certificación de una clara división interna, amortiguada durante años por las necesidades electorales y, también, por compartir el poder. El tiempo pasa y todo se convierte en normalidad. Las razones iniciales se desgastan. Y las relaciones apuntaladas por la conveniencia se terminan rompiendo.

La “huida” de Duran del Gobierno catalán se puede interpretar de muchas maneras. Pero, desde luego, hay una interpretación que no ofrece discusión: la coalición está tocada de verdad. Esta situación no puede aguantar mucho tiempo. No estamos ante un enfado pasajero. Estamos ante una situación nueva.

Desde ahora, están todas las posibilidades abiertas.

Unió Democrática es un fenómeno peculiar. Son unas siglas con fuerza histórica. Solas nunca han tenido una representación política importante, pero con Convergencia ha creado una combinación que, ideológicamente, ha sabido personalizar durante años el nacionalismo catalán. Han tenido un peso político determinante.

Unió en la soledad no ha funcionado bien, como han demostrado algunos experimentos municipales. Necesita compañía política. Y esa compañía, bien, podría venir desde el PP. Una integración que podría tener muchas fórmulas. Una que podría dejar contentas a todas las partes es la utilizada en Navarra con UPN, que tan buenos resultados han dado a los populares.

En fin, estamos en el inicio de una nueva etapa del nacionalismo catalán. Es verdad que Convergencia tienen la fuerza y la personalidad de la coalición. Pero Convergencia sin coalición no es lo mismo. Aquí, las cosas están cambiando.

En Opinión