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Ignacio Villa

El mediador

El viaje que José María Aznar ha iniciado por Oriente Medio nos ofrece algunos matices que no pueden pasar desapercibidos. Los propios colaboradores de la Presidencia del Gobierno son los que no saben como catalogar esta visita oficial que, en poco más de doce horas, se ha convertido en una pequeña gira de intermediación en el conflicto árabe-israelí. Y es que, sinceramente, nadie se aclara.

Desde Moncloa insisten en que Aznar no es intermediario de nada. Tampoco lleva ningún mandato de la Unión Europea. Añaden que, por supuesto, no va a ofrecer ninguna solución concreta. El viaje tiene como principal objetivo escuchar y recoger información. Un objetivo viajero que, desde un punto de vista político, no ofrece razones muy convincentes.

En fin, se ofrecen malas explicaciones sobre un viaje algo improvisado y de pocos contenidos. Aunque eso sí, con unas cuantas imágenes y fotografías aseguradas.

Y lo mejor de todo esto es que, desde Moncloa, han tardado casi doce horas en confirmar oficialmente la segunda etapa del viaje, que desde Jerusalén se daba ya como oficial. La causa de esto último es que no se olvidan episodios pasados, y aparecen los miedos a cambios de formato de última hora.

Junto con todo esto, nadie lo pone en duda, hay que reconocer que España siempre ha tenido un papel importante en la zona; todavía se recuerda con interés, y con intención, la Conferencia de paz de Madrid. Pero, eso no es suficiente. Estas visitas difíciles, en lugares complicados y en momentos conflictivos se deberían preparar mejor y, desde luego, vender con más contenido.

España y su Gobierno pueden estar llamados a un papel interesante en Oriente Medio. Pero, lo primero que hay que hacer es definir ese papel. Y por el momento no nos aclaramos.

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