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Ignacio Villa

El mes más negro

Cuando se cumple un mes del desastre del Prestige, el balance político que se puede realizar es sinceramente desolador. Este petrolero pirata que se ha hundido frente a las costas gallegas ha dejado en evidencia a toda la clase política. El Prestige ha enseñado a todos los ciudadanos las deficiencias del Gobierno y de la oposición.

Un mes después, el Gobierno del Partido Popular ha enseñado sus peores modos, sus más tristes resortes y su más que deficiente gestión. Un mes después el presidente del Gobierno sigue sin "aparecer" por Galicia empecinado en demostrar que sus gestiones internacionales han sido esenciales para la crisis. La pregunta ante esa afirmación es sencilla: ¿Son incompatibles esas "gestiones imprescindibles" con un desplazamiento en avión a Galicia? ¿No será que a Aznar, que en otros tiempos demostró agilidad política y capacidad de reacción, le ha cogido con el pie cambiado esta crisis? Un mes después, el Gobierno sigue sin explicar las razones por las que durante días los ministros competentes no reaccionaron e intentaron esconder mediáticamente una marea negra que manchaba toda la costa gallega. Un mes después Mariano Rajoy se ha erigido en un maltrecho Portavoz de un Gobierno que ha estado escondido hasta que la situación era ya insostenible. Un mes después el Gobierno de Aznar tiene abierta una importante "vía de agua" de difícil solución y de impredecibles efectos electorales.

Mientras tanto, la oposición, haciendo honor a la línea política endeble y variable de la que hace gala con el estilo Zapatero, esta perdiendo una oportunidad de oro. Con cambios de timón, con estrategias contradictorias, con dudas permanentes, el Partido Socialista vuelve a fallar a la hora de diseñar una actuación eficaz y constructiva. La oposición socialista infantil y torpe se ha dedicado a hacer quinielas con un calendario en mano, intentando "pillar" al Gobierno en un renuncio cuando el Gobierno está "cogido" en muchos errores de bulto. Zapatero, otra vez más, deja pasar una oportunidad en bandeja para demostrar que tiene capacidad de liderazgo y de gestión en un momento en que la imagen del Ejecutivo atraviesa una verdadera crisis estructural.

En esas estamos, cuando de repente sorprende a todos una noticia. La sorpresa no llega por el rumor de una posible dimisión de Álvarez Cascos como ministro de Fomento, sino que irrumpe en escena cuando el Vicepresidente Rajoy se desentiende en plena rueda de prensa de esa posible dimisión. Poco entusiasmo, poca defensa, poca solidaridad con su compañero de Gabinete. Los rumores de dimisiones en política no son novedad, la novedad es la frialdad y la distancia con que han comenzado a tratarse los ministros de Aznar. El boquete, un mes después, lejos de taponarse, sigue abierto, muy abierto.

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