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Ignacio Villa

Erre que erre

Hay un millón de votos que en el 2004 acudieron a las urnas y que en esta ocasión pueden decidir quedarse en casa. Por esa razón los socialistas están procurando encender los ánimos, y no van a parar.

Faltan cinco semanas para las elecciones generales y no cambia nada. El Gobierno y el PSOE siguen erre que erre con su cantinela de insultos y ataques. Disparan a todo lo que se mueve, manteniendo una actitud tan beligerante que parecen cualquier cosa menos un partido en el Gobierno. Es evidente que no pueden vender gestión ni alardear de los logros conseguidos, nadie duda de su certificada ineptitud y además no se puede decir que estén siendo especialmente inteligentes en la estrategia. Así que los socialistas se han lanzado a lo bestia, insultando, provocando, ofendiendo y faltando.

Su objetivo es en estos momentos la Conferencia Episcopal, con la excusa de la nota emitida sobre las elecciones generales del 9 de marzo, que tampoco dice nada que no hayan dicho en otras ocasiones. Piensan en Moncloa y Ferraz que necesitan del voto radical y extremista para ganar las elecciones. Un millón de votos que en el 2004 acudieron a las urnas y que en esta ocasión pueden decidir quedarse en casa. Por esa razón los socialistas están procurando encender los ánimos, y no van a parar. Ahora le toca el turno a la Iglesia, pero ya aparecerán –no lo duden– otras excusas que permitan a los socialistas volver a entrar en la batalla.

Lo cierto es que con esta estrategia ellos mismos se están colocando al borde del abismo. Un Gobierno que no puede presumir de lo que ha hecho y que tampoco es capaz de ofrecer proyectos de futuro difícilmente puede llegar en buenas condiciones al día de las elecciones. Buscan y rebuscan, pero no encuentran nada. Así que cuatro años después, y con toda una legislatura en el poder, pretenden ganar con una estrategia de oposición; eso ya no cuela. Es un mensaje quemado y agotado, sin recorrido ni fuerza. Estamos ante un Gobierno que quiere volver a ganar "como sea" y que está dispuesto a cualquier cosa. Es decir, un peligro electoral. No cabe duda de que en las cinco semanas que faltan hasta las elecciones generales el Ejecutivo va a poner en marcha todas sus peores artes sin freno ni pudor ninguno. Todo vale.

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