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Ignacio Villa

Expectativa de destino

Las declaraciones de Josep Piqué sobre su disponibilidad ante el futuro político inmediato han tenido muchas y muy variadas interpretaciones, todas ellas más cerca de la política ficción que de la realidad. El ministro de Asuntos Exteriores tan sólo ha dicho algo obvio: su futuro depende de la decisión del presidente Aznar. Dicho lo cual, habrá que añadir que las declaraciones de Piqué, más allá de recoger una actitud personal, reflejan el ambiente generalizado dentro del Partido Popular, que se resume en dos preguntas: ¿Qué piensa hacer el Presidente con nosotros? ¿Qué planes tendrá sobre una posible crisis de Gobierno? Esos son los grandes interrogantes, sin pistas ni respuestas, que ahora se plantean los populares de la mañana a la noche.

Nadie conoce la agenda del presidente, ni sabe qué piensa hacer una vez que haya concluido la presidencia española de la Unión Europea. Y, precisamente, esa inseguridad sobre el futuro está provocando que todos los candidatos a algo, todos los que sospechan que pueden verse afectados por los cambios, se amparan en la "disponibilidad", se refugian en "estar a por todas" y prefieren mantener una actitud suficientemente indefinida como para no dar ningún paso en falso.

En este contexto se encuadra toda la catarata de declaraciones y más declaraciones que hemos empezado a escuchar estos días en boca de los más variados dirigentes populares. Son en el fondo una trinchera donde pasar desapercibido hasta que el horizonte se pueda ir aclarando.

Esta sensación de cierta inestabilidad y de absoluto desconocimiento del futuro, que tanto le gusta "utilizar" políticamente al presidente Aznar, tiene un doble efecto negativo. Por un lado, en muchos ministerios se vive una situación de parálisis a la espera de lo que pueda pasar. Por otro, ese permanente interrogante está provocando un ambiente interno de desconfianza, nervios e incertidumbre a la espera de destino que nadie conoce. En este ambiente de un cierto desbarajuste no faltan quienes apuestan por la continuidad del Gobierno, insisten que el presidente es muy poco amigo de los cambios y que, por lo tanto, todo seguirá como ahora mismo hasta que ya no haya más remedio.

Sea como fuere, no tenemos una bola de cristal para acertar el futuro. Pero lo que parece claro es que no hay nada que predecir. La realidad más que constatada es la descrita en estas líneas. Todos quieren saber su futuro y nadie sabe nada. Todos son impresiones y algunas suposiciones. Todos están en expectativa de destino.

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