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Ignacio Villa

¿Hay ministra de Sanidad?

La ministra de Sanidad está desaparecida en combate, aunque ahora parece que asoma, tímida, para pedir una comparecencia ante la comisión de su ramo. Y lo hace, fíjense, pese a que su grupo parlamentario ha votado en contra de citarla. ¿Qué miedo tendrán en el PP cuando no dejan a Celia que se dé una vuelta por el Congreso y tiene que ser ella misma quien lo pide? Es cierto que lo pedía la oposición pero, mire usted, si en el grupo popular ya sabían que Villalobos pidió comparecer, ¿por qué se lo niegan a quienes lo solicitaban? No hubiera sido mejor, politicamente, decir que la ministra había solicitado comparecer por iniciativa propia,...

En estos últimos días, Celia Villalobos estaba demostrando que el Ministerio se le había quedado grande. Primero, habló y habló sin orden ni concierto. Luego, tras el triste suceso de los huesos y el caldo, se calló y desapareció. Eso tampoco es normal. Cada uno es dueño de sus silencios, desde luego. Pero también es esclavo de sus errores. ¿Hablará de ellos o, por el contrario, recitará el vademecum oficial?

En esta crisis de las “vacas locas”, que todos dicen será larga y complicada, estamos huérfanos de ministra de Sanidad. Parece como si en el Gabinete Aznar hubiera desaparecido ese departamento. Celia hizo un mutis y aún estamos esperándola sentados. Y es que ser ministra nada tiene que ver con la política municipal. Aquí se pide gestión, resultados y, en este caso, eficacia. Aznar no tiene dimisiones en su Ejecutivo, pero sí ministros desaparecidos. Y por el momento, su Gobierno tiene una cartera menos.

El silencio no parece el mejor camino cuando hay que transmitir tranquilidad. Hay que estar en su sitio. No hay que hablar a destajo y sin sentido, pero tampoco callarse de forma sepulcral. Es posible que en la comparecencia pedida, Celia lo cuente todo y por su orden. Pero, si tiene algo que decir ahora, ¿dónde está? En este sentido, hay que romper una lanza en defensa de Arias Cañete, que, con altos y bajos --así como con declaraciones más o menos afortunadas-- está dando la cara sin miedos ni complejos.

La ministra de Sanidad no puede seguir en esta actitud. Tiene que afrontar la crisis desde el sentido común y la prudencia. Pero no puede desaparecer de escena. ¿Puede conceder alguna de las entrevistas que tiene pedidas a cientos en su gabinete ministerial? Seguramente, ahora que se lo ha estudiado todo bien, pudiera contarle a los contribuyentes qué está haciendo, como ministra, para resolver la crisis o, si no quiere llegar tan lejos, quizá pudiera salir a tranquilizar a los españoles. De esa tarea, de momento, se está ocupando Cañete, a quien lo tenemos ahora hasta en la sopa (perdonen por lo del caldo y la sopa, no van con intención).

Un Gobierno, y más en plena crisis de las “vacas locas”, no se puede permitir el lujo de no tener ministra de Sanidad.

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