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Ignacio Villa

Historias para no creer

Todavía recuerdo una esperpéntica rueda de prensa que, desde luego, José María Aznar tampoco olvidará mientras viva. Situémonos en el Palacio Presidencial de Caracas, en julio de 1999. El presidente Aznar celebraba una gira por el continente americano con escalas en Paraguay, Brasil, Ecuador, Venezuela y Trinidad y Tobago. En una larguísima comparecencia pública de Aznar y Hugo Chávez tuvimos que aguantar unas fogosas y propagandísticas soflamas del presidente “bolivariano” sobre las maravillas de su gestión política y sobre su disposición para colaborar con España en la lucha contra el terrorismo.

Sin embargo, justo después de decirlo también afirmó que era imposible hacer un seguimiento eficaz de los más de cuarenta etarras que tienen su residencia habitual en Venezuela. Aznar le miraba y no daba crédito. Minutos antes, el presidente Chávez le había prometido en privado su más entregada colaboración en la lucha contra ETA, sobre todo en el control de los terroristas en su territorio. ¿En que quedamos? Pues nos quedamos con lo de siempre, Chávez ha jugado desde el principio a la complicidad con el terrorismo. Habla y habla sobre su buena disposición, pero luego no lo pone en práctica.

Ahora han pasado algo más de dos años de aquello, pero la situación ha empeorado. Los etarras “venezolanos” han continuado campando por sus fueros. Entrando y saliendo del país tantas veces como han querido. Con absoluta libertad de movimientos. El Gobierno de Caracas ha dejado hacer a los etarras, puesto que no les interesa buscarse complicaciones. En este contexto se enmarcan las últimas declaraciones del Ministro del Interior de Venezuela. Advierte de una posible huida de los etarras, pero afirma que están vigilados. Reconoce asimismo que puede pasar cualquier cosa, puesto que los etarras no se van a cruzar de brazos. En definitiva, estamos donde estábamos. Hablan de colaboración y luego no mueven un dedo.

En este sentido habrá que recordar al Gobierno venezolano, con Hugo Chávez al frente, que desde hace años ha permitido impunemente que su país se convierta en uno de los paraísos preferidos por los terroristas etarras. Sin control, sabiendo que las autoridades les dejaban absoluta libertad de movimientos, desarrollando buenos negocios, convirtiéndose en un colectivo con peso especifico y respetado por el poder. Venezuela era y sigue siendo uno de los destinos “más cómodos” para los etarras, un lugar donde pueden llevar a cabo una vida sin complicaciones legales.

Con todo esto, la primera reacción que surge espontáneamente tras las advertencias y afirmaciones del ministro del Interior venezolano es la carcajada y la incredulidad a partes iguales. Venezuela nunca ha colaborado y ahora no ha cambiado nada para que esa colaboración tenga alguna efectividad. Estamos donde siempre estuvimos, ante Chávez y sus historias para no creer.

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