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Ignacio Villa

La gasolina de la vicepresidenta

Quizá es que empieza a no tener gasolina. Que lejos quedan aquellos días de gloria en los que las ministras de Zapatero posaban en los jardines de La Moncloa. Cada vez están más lejos

A la vicepresidenta del Gobierno se le está acabando la gasolina. Después de diez meses ejerciendo de portavoz del Ejecutivo son tantos los incendios propios y ajenos que ha tenido que apagar que ha comenzado a recoger velas.
 
Fernández de la Vega está baqueteada por la actividad política, supongo que recordará perfectamente cuando era secretaria de Estado de Justicia –a la sombra de Belloch– y vivió en primera línea la fuga de Luis Roldán y todos los sucesos de Laos. Una historia, por cierto, que la vicepresidenta conocerá bien, puesto que vivió muy de cerca. Ella es una de las pocas personas que saben la verdad de lo que pasó. Pero son tantos los desaguisados de este Gobierno, que aquello de Laos es casi una historia aislada del pasado para la vicepresidenta.
 
El jefe del Ejecutivo, en el diseño realizado del Gobierno, había colocado a Fernández de la Vega como parachoques diario y la realidad le pone cada día al pie de los caballos con resultados francamente mejorables. Sin ir más lejos, la rueda de prensa de los viernes, posterior al Consejo de ministros, se ha convertido en una aburrida sesión en la que se escenifica el encefalograma plano de este Gobierno.
 
A nadie se le oculta los visibles y constantes errores de coordinación interna del Ejecutivo; a nadie pasa desapercibido los continuos patinazos en la gestión diaria del Gabinete; a nadie se le puede olvidar el carácter sectario de una vicepresidenta que ha tenido que rectificar declaraciones ofensivas contra la Iglesia o contra la judicatura. En resumen, todo menos un paraguas de la actividad política.
 
Pero esta situación de permanente alarma se visualiza cada miércoles en la sesión de control al Gobierno. Todas las semanas de la Vega responde a las preguntas del Partido Popular entre enfadada, nerviosa, destemplada y agresiva. Con poco "talante", sin ningún sentido del "juego limpio" político, la vicepresidenta no contesta a las preguntas, se limita a responder desde el rencor del pasado y con la inseguridad de quien se sabe sin razones.
 
Comenzábamos a estar acostumbrados a ese "ataque de nervios" semanal, cuando este martes nos ha sorprendido la vicepresidenta diciendo que no va a responder –en la sesión de control– por la "supuesta" visita de Estado a Cuba, anunciada por Chaves en su reciente visita al dictador cubano. De la Vega justifica su negativa diciendo que es un asunto que no le corresponde. ¿Pero no es la vicepresidenta de todo el Gobierno?, ¿no dependen de su departamento la coordinación de la agenda internacional? Me temo que la respuesta es sí.

Quizá es que empieza a no tener gasolina. Que lejos quedan aquellos días de gloria en los que las ministras de Zapatero posaban en los jardines de La Moncloa. Cada vez están más lejos.

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