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Ignacio Villa

La obsesión del partido único

El PNV ha reaccionado como era de esperar. Los nacionalistas vascos, en su actitud tradicionalmente calculadora y mezquina, apuestan como siempre por Batasuna. En caso de duda, su actitud es clara: prefieren estar más cerca del brazo político de ETA que del Gobierno y del Estado de Derecho. Esta actitud ya no nos puede sorprender. El PNV, que mantiene una actitud beligerante contra todo lo que no sea “soberanismo”, apuesta por Batasuna como una estrategia para recoger nuevos apoyos electorales. El nacionalismo vasco es consciente de que, con la gran presión internacional que existe contra el terrorismo, no es de recibo que el brazo político de ETA siga campando por sus fueros. El PNV ya da por segura la ilegalización de Batasuna, pero al mismo tiempo no pierde de vista que, de consumarse ese proceso, aparece en el horizonte un posible filón electoral.

Está dispuesto a recoger cualquier voto a cualquier precio, aunque esto signifique apoyar a quien sea y donde sea. En su desesperada actitud de supervivencia, el nacionalismo está dispuesto a rebañar un voto radical, aunque esto expulse a otros votantes de siempre. La batalla del PNV a favor de Batasuna no la realiza para proteger a los radicales, sino en su propio beneficio. La batalla que los nacionalistas han empezado a plantear, llegando incluso a importantes foros internacionales, se enmarca dentro de una estrategia que tiene una mayor proyección en el tiempo. Ilegalizada Batasuna, pretenden convertirse en el único referente nacionalista para radicales y tradicionales, buscan erigirse en el único camino para los soberanistas y para los independentistas. Actúan, en definitiva, dentro de su estilo habitual: la creación de un partido único.

El nacionalismo vasco, anclado en sus vericuetos egoístas y pueblerinos, observa el proceso iniciado para la reforma de la Ley de Partidos Políticos con la intención de obtener el mejor resultado de los posibles. Y para ellos, el mejor escenario es convertirse en el único camino del nacionalismo. Es esta una estrategia que en su diseño ofrece una importante omisión: acercarse al radicalismo es desprenderse de un núcleo de votantes moderados que no quieren tener nada que ver con la violencia. El PNV lo sabe y por ello ofrece, como ya es habitual, un mensaje contradictorio en sí mismo, insostenible políticamente y desconcertante ideológicamente. Es por esto que se hace necesario mantener la alternativa constitucionalista, precisamente para recoger a tantos descontentos, incluidos nacionalistas moderados, que no entienden la deriva irreversible del PNV. Y es precisamente por esto que la tibieza en la que se ha embarcado el PSE, lejos de colaborar para reconducir al PNV le está ofreciendo una buena dosis de oxígeno.

El PNV, como siempre, va a lo suyo. Arrambla con quien sea y como sea. Sólo saben funcionar en una sociedad unitaria. Sólo conciben una visión “exclusivista” de la sociedad. Sólo buscan la existencia de un partido que, curiosamente, tiene sus propias siglas. Así de “corto” es su espacio vital.

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