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Ignacio Villa

La partitura felipista

Como tantas otras veces desde el Partido Socialista, y ahora desde el Gobierno, se ha tirado la piedra, para después esconder inmediatamente la mano. Ahora, desde el Ejecutivo, nos quieren hacer creer que la polémica que nos ocupa sobre el ministro del Interior está suscitada por el Partido Popular, y más concretamente, por Ángel Acebes. Aquí, el único que ha cometido una gravísima falta como ministro del Interior es José Antonio Alonso, acusando al anterior Ejecutivo de cuestiones impensables en alguien
que tenga un mínimo de decoro político. Y, desde luego, Alonso, en una semana al frente del Ministerio del Interior, piedra angular en cualquier Ejecutivo, ha demostrado cuál es su verdadero talante, y cuál es su forma de entender la política. Con lo que hemos visto y oído, habrá que decir que Alonso no parece que tenga categoría política y humana para estar en un puesto de esa responsabilidad.
 
Además, digan lo que digan ahora los encargados del bálsamo socialista, lo cierto es que la polémica suscitada por las declaraciones del ministro del Interior no es artificial, ni es estéril. Y, desde luego, interesa mucho a los ciudadanos. Y es que interesa a los españoles, porque queremos saber qué tipo de políticos tenemos y con quién nos jugamos los cuartos; y, desde luego, con lo visto, no hay más que razones para el susto y la preocupación.
 
De todas formas, no nos puede sorprender lo que está pasando. Es la interpretación fiel y exacta de la partitura felipista. Es la estrategia de la insidiia, de la calumnia, del ataque y del rencor.
 
Alonso, cuya trayectoria antes de llegar al Gobierno tiene algunos puntos de difícil defensa, parece dispuesto a devolver el protagonismo al Ministerio del Interior que ya tuvo en la época de Felipe González. Un protagonismo que no era el resultado de la lucha contra el terrorismo, sino un protagonismo fruto del escándalo y de las turbulencias políticas. Alonso nos ha devuelto al pasado, cuando Interior ocupaba las portadas de los medios de comunicación por sus propias miserias y no por la los éxitos en la lucha contra ETA. Alonso, desde luego, no ha podido empezar peor. Y lo ocurrido no es una simple torpeza, es la evidencia de la mala intención.

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