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Ignacio Villa

La propaganda transparente

Desde hace unas semanas el Gobierno Zapatero ha montado toda una maquinaria mediática con el objetivo de repetir hasta la saciedad que este Ejecutivo es el "Ejecutivo de la transparencia". Dicen, una y otra vez, que es un Gobierno transparente e impecable. Tanta insistencia en la misma idea demuestra que desde luego no están muy convencidos en su propio mensaje. Y desde luego, una cosa es lo que se dice cara a la galería y otra muy diferente lo que uno piensa de puertas adentro.
 
Zapatero ha enarbolado cuatro banderas que dice de transparencia, pero que forman parte de la ficción política: debates parlamentarios, investigación del Yak-42, comisión del 11 de marzo y claridad sobre las cuentas del Estado. En fin, dicen que es una gestión transparente donde lo que hay es propaganda. Propaganda por los cuatro costados que intentan desfigurar una realidad bien diferente.
 
Por lo que dicen desde el Gobierno, parece que hasta esta legislatura nunca se ha debatido, ni votado en el Congreso de los Diputados; es evidente, además, que el accidente del Yak-42 lo están estirando al máximo haciendo un uso político y partidista de la desgracia ajena; con la comisión parlamentaria de los atentados de marzo no hay que llevarse a engaño, los socialistas se han visto abocados a esta comisión a la que por cierto no están facilitando en nada sus trabajos y por último las cuentas del Estado del Gobierno del PP con las que el Gobierno Zapatero amenaza ahora intentado cubrirse las espaldas por lo que pueda venir.
 
Lo cierto es que la estrategia utilizada lejos de la claridad, es la de la intoxicación informativa. La realidad no es como se dibuja, por más que intenten crear una realidad que ciertamente no existe. De transparencia poca, de propaganda mucho. Y es que cuando hay que acudir a "marear la perdiz" con unas cuentas del Estado que han sido impecables en los ocho años del Gobierno del PP, eso significa que en Moncloa no tienen las cosas tan claras. Recurrir a ese argumento demagógico es la señal más clara de una debilidad política. La propaganda ayuda a crear un mundo ficticio que, antes o después, termina por derrumbarse.

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