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Ignacio Villa

La punta del iceberg

Ahora comienzan a cuadrar demasiadas cosas y el nerviosismo balbuceante de los socialistas, que no se han escondido, es el síntoma más importante de que aquí hay historia

La Semana Santa de 2005 se está convirtiendo en una auténtica semana de pasión para el Partido Socialista. Un año después del 11 de marzo, cuando se las prometían tan felices en la calle Ferraz, en cuestión de días, se les está complicando todo de forma muy grave e importante.
 
En cuatro días ha quedado en evidencia que el enemigo está en la propia casa. Primero, de pronto, el PSOE se encontró el pasado viernes con que un terrorista del 11-M militaba en sus filas desde hacía diez meses. Y encima dicen de él que era muy participativo. Cuando los socialistas se estaban recuperando de esa historia, se topan con que el militante socialista Fernando Huarte es colaborador de los Servicios Secretos desde 1992. Huarte, como saben, lleva días en las portadas de la prensa por sus visitas a la cárcel para atender “humanitariamente” a otro terrorista del 11 de marzo. Demasiadas novedades para que la comisión de investigación se cierre como quiere el PSOE, sin más conclusiones, que un canto inútil de buenas intenciones.
 
La aparición de Huarte en escena rompe todas las componendas del Partido Socialista y se abre una vía de investigación muy importante. Durante los días de la infamia, los socialistas tenían información en tiempo real. ¿Venía esa información directamente desde los Servicios Secretos? ¿Cómo es que Rubalcaba diez días después de los atentados decía públicamente que tenía información del Centro Nacional de Inteligencia? ¿No parece sospechoso que el Partido Socialista se haya cerrado en banda ante cualquier posible investigación? El PSOE ha sido incapaz de articular un argumento valido para intentar explicar la situación surgida después de estas nuevas aportaciones.
 
El Partido Socialista esta acorralado. Absolutamente acorralado. Y si cierra la puerta de la investigación es que tienen pavor ante lo que pueda salir. Pero, atención, que Fernando Huarte tampoco se convierta en la cabeza de turco. Hay razones más que suficientes para pensar que Huarte puede ser simplemente la punta del iceberg que conecta con el cambio de actitud que se percibió en el PSOE y en todas sus terminales mediáticas durante aquellos días.
 
Ahora comienzan a cuadrar demasiadas cosas y el nerviosismo balbuceante de los socialistas, que no se han escondido, es el síntoma más importante de que aquí hay historia. Y es que estos chicos no aprenden. La verdad siempre termina saliendo, y sino que echen un vistazo al GAL. La historia se termina repitiendo.

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