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Ignacio Villa

La vida después del poder

El anuncio realizado desde el Palacio de La Moncloa sobre el futuro profesional de José María Aznar en la Universidad de Georgetown en Washington vuelve a colocar encima de la mesa la espinosa cuestión del futuro de aquellos que han ocupado el puesto de presidente del Gobierno en España. Un asunto que en nuestro país, veinticinco años después, seguimos sin tener resuelto.
 
A día de hoy, tenemos en el registro presidencial a tres ex-presidentes del Gobierno con un cuarto que está a punto de ingresar. De los tres anteriores, la vida después del poder ha sido bien diferente desde Adolfo Suarez a Leopoldo Calvo Sotelo pasando por Felipe González. De ellos, el que más daño ha hecho a propios y a ajenos ha sido el dirigente del PSOE. González lleva ocho años dando tumbos de aquí para allá.
 
Ha maltratado a sus fieles socialistas, ha amasado dinero y ha dejado en ridículo el trabajo parlamentario. González se ha convertido en el triste ejemplo de quien no sabe adaptarse a la nueva situación en la que vive, es el fantasma viviente de quien no ha aceptado la inflexible derrota de las urnas. Un mal referente para la clase política española.
 
Con el anuncio de que el actual presidente del Gobierno se convertirá en profesor asociado de la prestigiosa universidad norteamericana,  se nos devuelve a una realidad. José María Aznar se enfrenta ahora a un complicado reto personal y profesional: volver a la tierra de los mortales, después de haber estado en el poder.
 
Aznar, además, tiene la dificultad añadida de que se ha ido por una decisión propia, por lo que su vuelta a la normalidad se hace doblemente complicada. El líder del PP tiene ahora un tiempo para buscar su nuevo "lugar bajo el sol", un lugar que además de tener derecho al mismo, se merece con todos los honores.
 
En todo caso, cuando un presidente del Gobierno abandona el poder se vuelve a plantear una vieja historia: la necesidad de un Estatuto para los ex-presidentes del Gobierno. Un Estatuto que no signifique, en ningún caso, un refugio para posibles irregularidades de gestión, pero que sí les proporcione un lugar en el firmamento político, sin necesidad de artimañas subterráneas.
 
Aznar comienza una nueva etapa de su vida personal y profesional y, desde luego, se merece lo mejor; pero todavía queda pendiente una asignatura, para todos, en la vida democrática española: que los ex-presidentes del Gobierno encuentren su sitio en la vida pública. La complicada, pero necesaria, vida después del poder. Y es que fuera de La Moncloa, la vida sigue.

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