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Ignacio Villa

Las peligrosas ficciones de ZP

el presidente del Gobierno se identifica tanto con la impostura en su forma de actuar que ya no distingue dónde acaba la verdad y dónde comienza la ficción

A la misma hora en que el presidente del Gobierno, rodeado de periodistas en el Congreso de los Diputados, hablaba de prudencia, de optimismo y de oportunidad histórica en referencia al final de la banda terrorista ETA, los pistoleros etarras estaban colocando siete bombas. Una en el País Vasco, otra en Navarra y cinco en Madrid, sin contar con que el aeropuerto de Santander llevaba media mañana cerrado por la amenaza etarra de un ataque con granadas.
 
¿Quién da más? ¿Es esto una imprudencia, una ingenuidad, una irresponsabilidad, una estupidez, una chiquillada, una tontería, una temeridad, una insensatez, una inconsciencia, una incompetencia, una negligencia, una necedad, un atolondramiento? En fin, posiblemente —en un cóctel explosivo— lo sea todo a la vez. Hay que reconocer que Rodríguez Zapatero nos tiene acostumbrados a una actitud de difícil calificativo. Pero que un presidente del Gobierno se comporte de esta forma mientras los terroristas vuelven a dejar su seña de identidad de bombas y más bombas tiene una difícil explicación. Como único resumen podemos acertar a decir que es "lo nunca visto".
 
Lo de este hombre comienza a ser preocupante. Durante estos meses que lleva en La Moncloa todo sugería que esta actitud visionaria era parte de una estrategia fría, medida y diseñada para sacar el máximo partido a esa dialéctica facilona y demagoga que maneja con cierta soltura. Pero con el paso del tiempo lo que se hace cada vez más evidente es que Zapatero se ha creído al máximo el papel que está desempeñando. Y lo que es más peligroso: el presidente del Gobierno se identifica tanto con la impostura en su forma de actuar que ya no distingue dónde acaba la verdad y dónde comienza la ficción.

Esa es la situación a la que se enfrenta Zapatero a diario. El presidente del Gobierno está fuera de la realidad. Es un político que se encuentra atado en su laberinto, lo que genera esa incapacidad para afrontar los problemas con credibilidad y con solidez. Antes recurría a su verbo vacío como recurso dialéctico; ahora esa visión profética que dice tener le coloca en las nubes como alguien que se muestra incapaz de arreglar los problemas de los ciudadanos y de España. Él mismo se eleva entre los demás, creyéndose alguien superior y diferente con una capacidad de diagnóstico sobrehumano. ¡Y así nos va! Mientras Zapatero hablaba de paz, ETA se dedicaba a colocar bombas. Eso ya no es ojo clínico, eso es una simple barbaridad.  

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