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Ignacio Villa

Los experimentos, con gaseosa

El experimento que José María Aznar está preparando para la sucesión es, cuando menos, peligroso. El auto-descarte de Rodrigo Rato era, sin duda, la última gran novedad de esta larga carrera para ser el cartel electoral del PP en 2004. Lo era hasta que José María Aznar ha terciado en la cuestión. Públicamente, en rueda de prensa, un Aznar frío y distante hacia uno de sus más fieles colaboradores ha asegurado que el anuncio de Rato no le coge de sorpresa. Dicho de otra forma, ya estaba al corriente de la decisión de su vicepresidente. No sólo eso. Además, el presidente del Gobierno ha dado a entender, como si estuviera hablando de “pájaros y flores”, que de todas formas Rato no entraba en los planes de sucesión.

Por si esto no fuera poco, Aznar ha dejado claro que no tiene prisa alguna para designar sucesor, que hay que mantener los plazos previstos por el partido; que, por lo tanto, hasta la segunda mitad de 2003, no habrá designación del candidato.

Así, quedan dos años para ese momento. Ahora no tenemos idea alguna de quién será, pero para quién sea el elegido la situación es mala; para prepararse de cara unas elecciones sólo tendrá seis meses escasos. Mientras tanto, Rodríguez Zapatero está en los bancos de la oposición. Aunque va lento, el secretario general del PSOE ya llevará casi una legislatura de preparación en esos momentos.

Es cierto que ahora mismo José María Aznar controla el PP: la última mayoría absoluta le da autoridad para ello. Pero en política los créditos no son eternos. Si después de toda esta operación, colocándose en la presidencia del PP y nombrando a un sucesor en la recta final de la legislatura, no se traduce en una victoria electoral, los cimientos se pueden remover. Muchos se juegan su futuro en ese envite, y prefieren que los experimentos se hagan con gaseosa.

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