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Ignacio Villa

Madrid, piso piloto

La victoria "pactada" por la mínima y en el último minuto de la coalición formada por el Partido Socialista e Izquierda Unidad en la Comunidad de Madrid se puede convertir con el paso de las semanas en una "amarga victoria", esta vez de verdad, para el Partido Socialista. Rodríguez Zapatero se ha encontrado, de bruces y sin previo aviso, con muchas de sus debilidades políticas. Curiosamente, la Comunidad de Madrid se puede convertir en una trampa para su política de presente y para sus proyectos de futuro.

El "éxito" de Rafael Simancas en Madrid, en el fondo y en la forma, es un "éxito" de aquellos que no creyeron en Rodríguez Zapatero. Es un "éxito" del Partido Socialista de siempre, frente al nuevo banquillo socialista de Zapatero, un banquillo compuesto por los Blanco, Aguilar y Caldera de turno. Zapatero se ha equivocado en sus apuestas personales, y no puede alardear ante la Ejecutiva de su partido de los "éxitos" electorales de sus "promocionados". El "santo y seña" de esa apuesta era Trinidad Jiménez, que ha sufrido una sonada derrota en el Ayuntamiento de Madrid. Frente a ese batacazo está el Gobierno de Simancas en la Comunidad de Madrid, una candidatura que nunca apoyó de verdad el líder socialista. Zapatero, que en su momento impulso a Simancas para "arrinconarle" en una candidatura en la que previsiblemente se iba a enfrentar a Gallardón, ahora el día después de la elecciones se tiene que "comer con patatas" una estrategia fracasada.

Con todo y con más –cosas de la vida–, la Comunidad de Madrid se va a convertir en la referencia obligada de la forma de gobernar del Partido Socialista en alianza con Izquierda Unida. La Comunidad de Madrid va a ser el espejo de "esa otra forma de ser, otra forma de gobernar" que los socialistas han predicado a los cuatro vientos durante la campaña electoral. La Comunidad de Madrid va a ser el "piso piloto" del modelo Zapatero. Si en estos próximos ocho meses Simancas pone "patas arriba" la Comunidad madrileña, Zapatero sufrirá un "buen tirón" de orejas en las generales de marzo; cada error, cada "machada", cada "movida" del nuevo Gobierno de Madrid va a tener inmediato eco en la trayectoria del secretario general del PSOE. Es evidente que la Comunidad de Madrid, para lo bueno y para lo malo, es una gran megáfono en la política nacional; y por lo tanto es inevitable que desde ahora los focos y las lupas se centren en la gestión de este nuevo "experimento político". Una iniciativa que desde el primer momento ofrece muchas incógnitas, y que además muestra una gran dosis de incoherencia. Y ¡ojo!, que esa incoherencia no pasa inadvertida a los ciudadanos, como acaba de verse en las Islas Baleares con el "pacto de progreso" o en Barcelona con el PSC de Pascual Maragall.

La Comunidad de Madrid, ese bien preciado por todos, ese trofeo electoral, se le puede atragantar a Zapatero. Va a ser su obligado referente político, y al mismo tiempo no va a poder manejar el cotarro. Simancas se muestra seguro de lo que quiere, y no está entre sus prioridades seguir las directrices de la dirección nacional. Zapatero tiene un grano más, sigue sin aglutinar al partido; y allí donde gana el PSOE, lo hace gente que no le rinde la más mínima pleitesía. La Comunidad de Madrid, lejos de una alegría, puede ser una trampa para el futuro electoral de Rodríguez Zapatero.


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