Después de ver y escuchar en directo a Mariano Rajoy en Oviedo y en Málaga, no parece excesivo decir que el candidato del PP a la presidencia del Gobierno va a más. Rajoy ha comenzado a dar forma y estilo a su campaña y, lo que es más importante, ha comenzado a hacer olvidar la presencia del presidente Aznar en los escenarios electorales. Es cierto, que cada vez que el jefe del Ejecutivo habla, todos escuchan lo que dice. Es lógico y normal, como señal de respeto, autoridad, cariño y reconocimiento. Pero en la militancia del Partido Popular se comienza a percibir un gesto de acercamiento en lo personal y de entendimiento en sus maneras hacia el candidato Rajoy. Y es que Rajoy ha empezado a ser simplemente Mariano para los miles de simpatizantes del PP que no conocen a su candidato, pero para los que ya es familiar.
Ya se ha dicho varias veces y es verdad: Rajoy no lo tiene fácil. Tiene que sustituir en un corto espacio de tiempo a alguien con una fuerte personalidad humana y política como es Aznar, que además mantiene intacto un importante liderazgo. Y ha comenzado a conseguirlo. Con paciencia, constancia, buen humor y cada vez con una mayor dosis de brillantez, Rajoy se mueve cada vez con más soltura en los atriles electorales. Es más, ha comenzado a llegar con mayor contundencia y con evidente elocuencia a todos los que le escuchan.
En este sentido habrá que señalar de forma especial el mitin de Málaga de este martes. En ese acto público, Rajoy ha mantenido en toda su intervención un alto nivel dialéctico y de contenidos. Ha dado caña a su estilo, ha marcado las líneas de su territorio y ha enunciado los principios de actuación. Pero, además, ha dado un paso adelante en Málaga, desmontando de un plumazo muchas de las críticas que ha recibido durante la campaña electoral. El candidato del PP saca a relucir todas sus mejores virtudes dialécticas y políticas, gracias a lo cual hemos podido ver al mejor Rajoy electoral.