Nunca tanta torpeza se pudo ver y escuchar, a la vez, en el Congreso de los Diputados. La "pifia" de Jesús Caldera en la Comisión parlamentaria sobre el Prestige ha dejado en absoluta evidencia las intenciones de un Partido Socialista bronco en las formas, rudo en los modos, inexperto en el fondo y tramposo en las estrategias. Un PSOE que vive "oyendo" y "obedeciendo" a la Cadena SER de boletín en boletín, termina estropeando cualquier iniciativa política.
Desde luego, no se pone en duda que el Partido Socialista debe de ejercer su trabajo de oposición ante un Gobierno lento y sin iniciativa. Ciertamente, es obligación del principal partido en la oposición denunciar las deficiencias de un Gobierno anquilosado por la mayoría absoluta. Es más, los socialistas tienen el deber de denunciar ante la opinión pública las inercias de un Ejecutivo prepotente y distante. Pero una cosa es ejercer la oposición, y otra muy diferente es mentir en el Parlamento, cambiar la realidad y utilizar a toda costa, en beneficio propio, una desgracia de todos.
El PSOE se ha equivocado otra vez más. Y Zapatero sigue demostrando que no manda en su partido, los hechos lo confirman una vez tras otra. La mentira de Caldera en el Congreso no puede quedar en el olvido de la dirección socialista. Con un portavoz parlamentario de este talante será muy complicado que el PSOE pueda llegar al poder. En este caso, no le falta razón al Vicepresidente Rajoy cuando advierte al secretario general de lo socialistas que Jesús Caldera ya no será reconocido como interlocutor del Ejecutivo. Desde luego, el Gobierno está en su derecho de "vetar" a un portavoz que se ha convertido en un auténtico peligro y que ha roto las reglas básicas del juego.
Esta vez, Zapatero no puede lavarse las manos como ha hecho tantas otras veces. En esta ocasión, Zapatero no puede mirar hacia otra parte. La mentira de Caldera pone en evidencia su falta de autoridad. Si mantiene a Caldera, se está apuntando a una estrategia de "acoso y mentira"; en cambio, si le releva, habrá demostrado a los suyos un "código de conducta", cuando menos, constructivo. En todo caso, los clamorosos errores políticos que comete Zapatero provienen principalmente de haber elegido un equipo flojo e inmaduro: si su alineación de lujo es Blanco, Caldera y Sevilla, no puede llegar muy lejos. Zapatero se tiene que tomar en serio lo ocurrido, y adoptar medidas. De no ser así, ya sabremos todos cual será su forma de actuar si llega algún día a la Moncloa. Zapatero no puede quedarse cruzado de brazos. Si no sabe solucionar estos asuntos, si algún día gana las elecciones, será una auténtica calamidad.
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