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Ignacio Villa

No hay talante que valga

La negativa del lehendakari Ibarretxe a acudir al acto militar que ha presidido el Rey Don Juan Carlos delata la verdadera actitud de fondo del nacionalismo vasco. Una actitud que consiste en "chupar la sangre" en beneficio propio al máximo. Ellos, que se creen posedores de la verdad, aparecen y desaparecen cuando quieren y como quieren. Ibarretxe aparece en Madrid en una recepción real porque le interesa escenificar una determinada posición. Luego se niega a estar en una inauguración en la que se visualiza las inversiones del Estado en el País Vasco. De pronto decide estar presente en el Congreso de los Diputados en el inicio de la legislatura y luego vuelve a tragárselo la tierra cuando el Rey se desplaza a Vitoria para presidir un acto militar. En resumen, lo de siempre: la política del "toma y daca" nacionalista. Una visión egoísta y rastrera de la política con el único objetivo de sacar el máximo provecho en beneficio de sus propios intereses.

La ausencia de Ibarretxe en Araca demuestra que no son de fiar, dicho de otra forma: ellos tienen sus objetivos, sus prioridades y todo lo demás no les importa en absoluto. De esta actitud deberían de tomar muy buena nota en el Partido Socialista que, en esa dinámica sin dirección alguna en la que están inmersos, insisten en tirar los tejos a los nacionalistas vascos. No contentos con dar cobertura gratuita a los republicanos independentistas en Cataluña, piensan que con realizar ofertas "azucaradas" a los
nacionalistas vascos pueden avanzar en un entendimiento que no tiene ningún futuro.

La "lección" lamentable ofrecida por el Jefe del Gobierno vasco en Vitoria es la "lección" del prepotente, del engreído y del que se piensa poseedor de la verdad. Una actitud, un ejemplo sin ninguna educación y con unas intenciones perversas. Así las gastan los nacionalistas, pero en el PSOE prefieren abrazarse a la ingenuidad del inconsistente político. Desde la calle Ferraz y desde el Gobierno central están dispuestos a refugiarse en ese "ente" del nuevo talante. Pero con Ibarretxe y los suyos no hay cabida para el nuevo talante. Esperemos que Rodríguez Zapatero no caiga también en la trampa del nacionalismo vasco. Y, por lo que estamos viendo, va camino de esa trampa. El nacionalismo vasco ya ha enseñado sus garras, ha explicado sus métodos y ha anunciado sus objetivos. El Gobierno ya sabe a qué atenerse. Y la realidad no es como les gustaría que fuese, la realidad es como es. ¡Esto es lo que hay!

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